Ollanta Humala y Nadine Heredia, ya con prisión preventiva por 18 meses, están esperanzados en que la Sala Penal de Apelaciones Nacional revoque la decisión del juez Concepción Carhuancho. Si no, en prisión tendrán que asumir el juicio que se les abrirá próximamente después de que el fiscal Germán Juárez decida presentar su acusación por lavado de activos ante el Poder Judicial. ¿Y si la Sala de Apelaciones revoca la medida de prisión preventiva? La acusación fiscal se debilitaría. Ya que el fiscal, para fundamentar el pedido de la prisión preventiva, utilizó los argumentos centrales de la acusación por lavado de activos.
Esto último tiene sus bemoles. El fiscal ya adelantó su estrategia, argumentos y pruebas. Y, también cargará con la imagen de víctima de la pareja presa, ya que, para muchos, la “alta probabilidad” de que estando libres puedan obstruir la investigación en curso es un exceso. Y, mucho más, el argumento de que pudieran refugiarse en otro país.
Estamos viviendo una etapa de vergüenza y deshonor de la política peruana. De quienes, traicionando las ilusiones de quienes creyeron en sus líderes, se enriquecieron utilizando el poder conseguido de manera torcida y caminaron por sendas engañosas y vedadas.
No importa el que los regímenes políticos fueran dictaduras o democracias. O que los programas de gobierno fueran neoliberales o los llamados populistas. El ventarrón de la corrupción se encargó de pasar a un segundo plano estas diferencias y no para hasta ahora.
De los presidentes del medio siglo pasado, Belaunde y Paniagua, así como Velasco y Morales Bermúdez, son una muestra de que la honradez es una buena compañía en los más altos dignatarios de la Nación. La corrupción desbordada comenzó en el primer gobierno de Alan García (1985-90). ¿Se acuerdan cuando cantaba “Yo soy el rey”? Fujimori, Toledo y Humala hicieron de coro.
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