Demasiados han mostrado sorpresa por los abrumadores indicios de corrupción de Alejandro Toledo. El cholo de Harvard, el error estadístico, el pequeño lustrabotas que llegó a ser presidente del Perú. Toledo construyó su imagen con incontables datos falsos que pocos se atrevieron a expurgar.
En nombre de la democracia le perdonaron haber negado a su hija por 15 años (gracias, Jaime Bayly, por ponerlo al descubierto); haber ‘matado a su mamá’ en fecha mentirosa para dramatizar el efecto; haber inventado un secuestro para borrar noches de desenfreno de alcohol y mujeres; haber intentado desaparecer de la televisión nacional a varios periodistas que incomodaban a la entonces todopoderosa pareja que encarnaba la moralidad y la lucha contra la dictadura corrupta; pretender desviar el caso del primer testaferro palaciego César Almeyda (Beto Ortiz tuvo que asilarse en EE.UU. por esa denuncia), quien se comió varios años de cárcel por sus amigos poderosos a cambio de sabe Dios qué, y esta periodista, a la que también le hicieron la vida a cuadritos por trabajar en Panamericana TV. Aunque debo agradecer la presión Toledo-Karp porque de otra manera no habría conocido a mi esposo en EE.UU.
Hay mucha tela para cortar en esta historia de vergüenza y traición; sus colaboradores de entonces. Popy no sabía nada, ¡ja, ja, ja!
Un temprano modus operandi que revive en la ruta del dinero de Odebrecht a cuentas offshore a nombre de los más íntimos del ex presidente de Cabana. El antecedente que detalla Cecilia Valenzuela son las empresas offshore creadas en Panamá por la desafiante Eliane, Blue Bay y Pacha, en la que Adam Pollack fue el elegido de turno como titular de las cuentas. Hoy sabemos que es Ecoteva (pobre suegra del holocausto) con sus socios Josef Maiman, Avraham Dan On y otros ciudadanos israelíes. Hoy el juez determinará si procede la prisión preventiva para Toledo. A partir de ese momento, corren apuestas. Déjeeenme escaparrrr…
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