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Opinión

Venezuela se ha convertido en uno de los tres países más violentos del mundo. Su inflación se proyecta en 75% para este año.

Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista

Todo indica que este año Venezuela, el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo, verá sus penurias agravadas. El 15 de enero, el presidente Maduro anunció cambios en su gabinete y en otras importantes entidades. En realidad se trata de un juego de sillas con la participación de casi todos los mismos ministros y funcionarios de las distintas reparticiones e instituciones del sector público. Nada cambia excepto el intento de un mayor control social (administrado por una legión de asesores cubanos), anuncios sobre el deseo de controlar la criminalidad—luego del trauma social que causó el asesinato de la ex-Miss Venezuela Mónica Spear—y una sopa de letras que designa a las instituciones que están encargadas de controlar precios, margen de ganancias, definir qué precios y ganancias son “justos” y cuándo se incurre en “usura”. Maduro negó cualquier devaluación en la tasa de cambio que permanecerá en 6.3 bolívares fuertes (BsF) por dólar. Al mismo tiempo crea nuevos sistemas e instituciones para distribuir moneda extranjera a distintas tasas de cambio entre distintos agentes económicos del estado y el sector privado y supuestamente eliminar y definir la criminalidad de las transacciones a la tasa del dólar libre que se cotiza ya a 70 BsF por dólar. Ahora el vicepresidente de la República Jorge Arreaza ha insinuado un gradual pragmatismo que, imaginamos, llevará finalmente a una devaluación de facto. Arreaza ha declarado que el gobierno ha hecho “una resonancia magnética para entender hacia dónde se dirigen los dólares que le roban al Estado”. Un análisis más frío del sistema cambiario venezolano, sin embargo, indicaría que las únicas transacciones no-criminales son las que se realizan a la tasa supuestamente ilegal del mercado libre. Probablemente la mayoría de las otras asignaciones de divisas son arbitrarias y corruptas.

Mientras tanto, en medio de la escasez de artículos de primera necesidad, el racionamiento y los decretos forzando a los comerciantes a rebajar sus precios para convertirlos en “precios justos”, una violencia fuera de control que produjo 25,000 homicidios el año pasado—una tasa de 80 asesinatos por cada 100,000 habitantes—ha convertido a Venezuela en uno de los tres países más violentos del mundo.

Venezuela implosiona en medio de una inflación que se proyecta este año en 75%, una producción declinante de su principal producto de exportación, una deuda externa del orden de los $100 mil millones de los cuales el 40% tiene a China como acreedor, reservas internacionales en estrepitosa caída. Mientras el mundo empieza a salir lentamente de su peor crisis en 70 años, el PBI venezolano este año, en cambio, caerá 2.5%.

¿Marcará este año el fin del calvario venezolano? ¿Veremos cambios en la cúpula del poder como producto de las sordas luchas intestinas? Muy difícil saberlo; Venezuela produce cada vez menos petróleo (95% de todas sus exportaciones) pero aun el valor de esa producción alcanzará este año la suma de $86,000 millones, aunque bajo tierra, sus gigantescas reservas petroleras pueden hipotecarse para prolongar la vida del régimen.

Mientras tanto, este se ha convertido en el estudiante más aplicado de la ciencia cubana que destiló la perversa y eficaz fórmula para permanecer en el poder.


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