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En los últimos 12 meses, tres candidaturas victoriosas de izquierda –Michelle Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia y Dilma Rousseff en Brasil– han definido el terreno ideológico latinoamericano. Como sostiene una nota del diario El País, somos un continente teñido de rojo. ¿Importa, a estas alturas, el color ideológico? ¿Qué significan, en términos prácticos, las victorias de Evo y Dilma para nuestro futuro?
Hasta hace unos años, no sabría bien decir cuántos, la ideología era un preámbulo crucial del sendero político-económico de un país. Pero algunas presidencias han puesto esa verdad, que muchos considerábamos axiomática, en pausa; José Mujica en Uruguay, Rafael Correa en Ecuador y el presidente Ollanta Humala en Perú son ejemplos de ello. Todos afiliados al Foro de Sao Paulo, llegaron con un discurso cargado de revanchas y consignas para terminar adaptándose a la realidad global y a las necesidades económicas de sus pueblos. No son, ni por asomo, un trío de Chicago boys, pero distan de la flema chavista que algunos temíamos.
La izquierda latinoamericana no es, desde este punto de vista, hegemónica en sus prácticas político-económicas. Y tiene sentido: nuestros países son muy distintos respecto a sus instituciones, cultura, dotación de riqueza natural y física y, por supuesto, historia.
En el Perú actual es casi imposible retrotraer nuestras instituciones económicas a ese marco que –hace pocos años– nos dejó en la más absoluta miseria, aislados del contexto global y sin capacidad de lidiar con el terrorismo despiadado –del cual la izquierda no supo, o no pudo, desligarse por completo. Nuestra memoria está muy fresca aún: un giro brusco cambiaría nuestro perfil de competitividad; de hecho, pequeños matices regulatorios y estatistas han probado ser fatales para nuestra economía.
Entonces, más importante que la retórica es la praxis, y eso solo se aclara cuando llegan al poder. ¿Cómo impactarán Evo y Dilma en nuestro futuro? Tratarán, sin duda, de romper la Alianza del Pacífico. Hay que proteger ese espacio de sensatez, clave en nuestro camino al desarrollo.
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