Rolando Arellano,Experto en Marketing
Por Juan José Garrido (juan.garrido@peru21.com)
Considerado uno de los más calificados expertos en márketing para países en desarrollo, Rolando Arellano desmenuza el proceso de expansión del país y perfila el camino para continuar por la senda del cambio y del crecimiento. Fueron los pobres y los migrantes, señala, los que empezaron a construir un país nuevo, cuyo proceso continua.
¿Cómo ves el proceso de desarrollo peruano?
Durante años hemos hablado de la existencia de un país: Perú, que lo ha sido por delimitaciones geográficas pero nunca ha sido una nación. Nos hemos creído la idea de nación porque era una idea limeña, citadina, burguesa, pero nunca ha existido en la realidad. Perú ha sido siempre un país sumamente separado. La primera gran separación ha sido Lima y provincias. Por otro lado, siempre hemos tenido provincias que eran feudos, no se comunicaban con el resto y cada provincia tenía sus propios grupos de poder, sus propios grupos económicos.
¿No es, en todo caso, la misma situación que viven otros países con regionalismos marcados, como España o Colombia?
En España las comunidades autónomas son determinadas: básicamente vascos y catalanes, pero todo el resto de España se siente español. El caso de Colombia es especial porque en toda su historia ha sido un país dividido por guerras internas y luego la guerrilla, entonces no han tenido comunicación. Un problema es que no tienen vías de comunicación, y no se puede ir por tierra, porque te secuestraban. Entonces tuvieron que surgir ciudades autónomas. El único país de América Latina que es realmente multipolar es Colombia. Es un caso especial. El resto de países de Sudamérica han tenido procesos similares, en condiciones similares, quizá nuestro caso es el más extremo, somos el último en salir, en empezar a desarrollarse, pero no somos tan distintos. Siempre hemos sido los últimos; en la independencia fuimos los últimos porque éramos el centro del virreynato.
Pareciera que el sueño republicano nunca se cumplió…
La independencia no cambió nada, se cambió simplemente de patrón: se pasó de españoles a mestizos, que de hecho ya estaban en el poder desde antes. Lo único que cambió fue que formalmente se dijo “me separo de España”, pero por una cuestión económica, no fue un proceso social, tan solo se trababa de evitar el bloqueo comercial de la metrópoli. De ahí, de la independencia hasta 1960 o 1970, el Perú ha sido casi exactamente el mismo socialmente hablando.
Estamos a siete años del bicentenario de la Independencia del Perú ¿Cuál sería tu balance?
Creo que no nos hemos dado cuenta de que probablemente la más grande revolución social de nuestra historia se está dando en estos momentos.
¿Cómo describirías esa revolución?
Como la formación de un nacionalismo. Por primera vez empiezas a tener un Perú más integrado, fruto de la movilidad social, de las migraciones. Esto, claro, empieza en Lima, donde llega gente de todas las regiones, donde nos mezclamos todos… aquí desaparece el regionalismo; pero a la vez estos nuevos limeños tienen lazos más fuertes con las provincias de donde provienen, con lo cual empieza a darse una unidad que acompaña y está relacionada con el desarrollo económico.
¿Qué otros fenómenos, desde tu punto de vista, hacen único el momento que vivimos?
La gente de mi generación, e incluso los que son un poco más jóvenes, éramos personas que pensábamos que estábamos condenados a ver al Perú igual o peor que como lo recibimos. Un Perú que nunca llegó a crecer, que cada vez estaba peor: hiperinflación, guerrillas, corrupción…Y de un momento a otro la cosa se transforma. Para nosotros es un revivir. Nos íbamos a morir en una sociedad peor de la que nos dieron, pero de pronto por ahí aparece una luz, y esa luz nos la da alguien que no esperábamos: los pobres, los migrantes que empiezan a construir un país nuevo… paralelo.
Pero para eso tuvo que estabilizarse económica y socialmente primero…
Es cierto que era necesario, pero cuidado: nosotros estamos muy acostumbrados a ver Perú como si fuera una isla. Hiperinflación había en Argentina, en Chile; aquí tuvimos la dictadura de Velasco, pero en Brasil tenían a los coroneles y a Videla en Argentina. Decimos que Fujimori fue quien paró la hiperinflación, pero en todos los demás países más o menos en la misma época también se detuvo la hiperinflación. Creo que esto es parte de un movimiento más grande. En Perú se dan con más fuerza estas migraciones tan grandes que llegan a nuestras ciudades y que encuentran una situación muy penosa al inicio, pero ideal después. Llegan y la sociedad tradicional no los acepta, los deja, y además les dice: “Tú no me interesas comercialmente”, con lo cual se ven obligados a producir lo que necesitan para sobrevivir y luego estas empresas, que ya cuentan con economías de escala y mercados más grandes, encuentran que no tienen competencia porque nadie viene a competir con ellos.
Pero surgen dos problemas que se retroalimentan: la informalidad y la baja productividad…
Claro. La informalidad es un problema ahora, pero fue precisamente esa la razón por la que pudo surgir toda esta economía paralela porque no tenía control y no tenía que cumplir con requisitos. De ese desorden puede y debe nacer el orden… siempre del caos nace el orden. Fue la tormenta perfecta. Estaban tan mal que no tenían otra cosa que empezar a producir y nadie les hacía competencia. Por ejemplo, ¿qué universidad pensó en poner una sede en pueblos jóvenes? ¿La Pacifico o la Católica? Todas decían “no me interesa”. La anarquía ha sido un elemento central.
¿Y cuándo se produce el punto de inflexión?
El primer elemento es la reforma agraria mal ejecutada, con buenas intenciones, creo yo, pero mal ejecutada. Paralelamente, Sendero Luminoso empieza a aparecer, ataca y empobrece las zonas rurales, eso más la hiperinflación. ¿A quién ataca la hiperinflación? Al ciudadano medio, al asalariado, no al más pobre sino al asalariado. A eso hay que sumar una serie de políticas de los 70 y 80 que favorecían únicamente a la ciudad. Para el Estado la ciudad era más importante que el campo, a pesar de que el campo tenía 50% o 60% más de población. Todo eso hace que el campo vaya siendo abandonado en beneficio de las ciudades, y que el país camine hacia la catástrofe. La hiperinflación atacó a las clases medias tradicionales. Y el terrorismo atacó a las clases bajas… entonces tenemos la destrucción del país.
En 1990 nos calificaban como estado fallido…
Éramos un estado fallido, por supuesto. Por esos años la pregunta no era si Sendero Luminoso iba a acceder al poder, sino cuándo. Pero Sendero cometió el error de ceñirse a la estrategia de Mao: “del campo a la ciudad”, cuando entre los años 60 y 90 Perú pasa de ser un país 50% urbano a uno 80% urbano, algo que ocurrió por cierto en toda América Latina. En consecuencia, el campo de acción y caldo de cultivo de Sendero se redujo a la mitad, se hizo cada vez menos importante económicamente.
Hoy, 24 años después, hemos reducido la pobreza a menos de la mitad… pero uno siente que la precariedad es general…
Pero es una sensación citadina, es una sensación hija de nuestra perspectiva. Muchos extranjeros cuando vienen, me dicen: “Qué pobreza en los cerros de Lima”. Pero un elemento fundamental en esa percepción de pobreza es el desierto, tú ves el mismo nivel de pobreza en Medellín, pero una cosa es una pobreza seca y otra una pobreza verde. Por eso el agua es tan importante para la gente de los conos. Por eso para Castañeda fue un golazo el Parque de las Aguas porque el agua es símbolo de riqueza.
Y en esa perspectiva, ¿cómo debemos afrontar el futuro? Estemos convergiendo en términos de PBI per cápita pero no de educación, cultura, tecnología…
Es cierto, pero yo creo que hay una equivocación cuando se piensa que los cánones del desarrollo los ponen los desarrollados. Si tú ves la historia, los países que en algún momento han dirigido el mundo, los grandes imperios del mundo, cada uno de ellos se ha desarrollado en base a un paradigma distinto: España en base a la religión; luego viene Inglaterra, que es anticlerical, así que su desarrollo nace del pensamiento científico y las castas, uno nace para obedecer y otro para mandar; en EE.UU. no son las castas, sino el individualismo, el liberalismo; Japón rompe con el liberalismo, por encima de los individuos está el país; viene la Comunidad Europea y dice no, aquí no hay nacionalismo, hay que ser una unidad económica, lo que vale es la tecnología; vienen los chinos y basan su desarrollo en mano de obra barata en vez de tecnología. Entonces, en el caso de América Latina y de Perú por qué no pensar que justamente nuestra gran riqueza puede ser la no intervención en la naturaleza, que será lo más escaso en el mundo, la naturaleza virgen, la biodiversidad, la alimentación.
Algunos pensarán que es una visión anti o post extractivista…
No necesariamente. Se puede hacer convivir las dos cosas. Si lo que va a faltar son minerales, explótalos, pero explótalos bien. No necesariamente tienes que ponerte a hacer tecnología. En el fondo lo más fácil de transmitir es tecnología, que puede pasar de un país a otro, pero los recursos no se pasan de un país a otro. ¿Qué cosa paga la gente ahora? Tú pagas más por una botella sin colorante y sin azúcar, por un plátano que no tiene fertilizantes que por otro. ¿Por qué no pensar en un modelo propio, distinto, de desarrollo? La historia te lo dice, el que copia siempre va a ser segundo.
Somos 30 millones de peruanos y para el 2050 seremos unos 45 millones según el INEI, ¿Cómo cumplimos el sueño “desarrollo para todos” con el turismo, la gastronomía o industrias ligeras?
París recibe 50 millones de turistas, nosotros cuatro. Solo pensando en eso estamos hablando de un desarrollo distinto. Hay muchas cosas de fondo que no se han discutido aquí. ¿Qué tipo de país desarrollado queremos ser? Uno de consumo desbocado como EE.UU., un país donde el consumo es dañino, tanto que el sobrepeso genera más problemas, donde la cantidad de trabajo sea tanta que te mueres de estrés…
Eso inevitablemente te obliga a un modelo consensuado. ¿Cómo lograr ese consenso? Da la impresión que el gran problema del Perú es que no sabemos conversar, llegar a acuerdos básicos, ¿por qué nos es tan difícil eso?
Es un proceso social que se está dando… La primera parte del proceso es sobrevivir, y hasta ahora hemos sobrevivido gracias a la informalidad. La segunda parte, cuando ya sobreviviste, es empezar a pensar cómo proteges lo que tienes; por eso en las encuestas ya no te dicen “quiero trabajo” sino “quiero seguridad”. Estamos en el momento en que recién nos empezamos a preguntar sobre cosas más trascendentes. Ahora la gente empieza a decirse: “Ya no puedo seguir más empujando al codazo como antes”. Lo puedes ver con el tráfico de Lima: ves con mayor frecuencia un carro que para a fin de dejar pasar a otro… ya no se mete y tapa, porque ya se dio cuenta que si él tapa ya no podrán pasar otros y él tampoco. La anarquía empieza a generar sus costos y la gente se da cuenta que ya no le conviene.
Pensando hacia el futuro, ¿Cuáles serían las principales taras que ves en el Perú de hoy?
La principal restricción es que no existe todavía el concepto de bien común. Si bien se ha formado un nacionalismo, creo que todavía no se ha formado una idea de ciudadanía. Que todo es de todos. Incluso en política, si te fijas, la gente dice “roba pero hace obra”, no dice “me roba pero hace obra”. Tú ves al dueño del restaurante que se queja porque no hay policías y lo asaltan, y él no emite factura. En el momento en que caigamos en cuenta de eso, la cosa cambia.
¿Se resume en la palabra “informalidad”?
Es una anomia social, un sentimiento de que el desarrollo es individual, que yo no tengo nada que ver con el otro. El cambio es un proceso, una evolución. Puede darse de manera espontánea o podemos hacer cosas para acelerarlo. Muchas veces hablamos de Estados Unidos, de cómo es un país civilizado, pero nos olvidamos del Lejano Oeste, de 1900 y los italianos peleándose con irlandeses. Es el parto de la historia: si tú les hubieras dicho a los migrantes norteamericanos “Oye, sigue todas las reglas para poder crecer”, hoy no tendrías un EE.UU. La anarquía casi ha sido necesaria. Eso es lo que pasa en nuestro país con mucha más tardanza.
Las cosas no tienen que estar guiadas sino permitir que el día a día haga su trabajo… ¿una visión hayekiana (liberal) del crecimiento no?
No es lo ideal pero es lo que pasó. Imagínate que no hubiera habido esa anarquía en nuestro país, un sector informal que crecía… hubieran explotado las cosas. De alguna manera ha sido bueno ese crecimiento en las afueras de la sociedad formal: la sociedad formal siguió funcionando más o menos y fue una economía distinta. Pero la informalidad ya nos sirvió y lo que hay que hacer ver ahora a la sociedad es que ya no funciona más.
¿Quién da el primer paso?
Los que primero entienden la situación. Nos toca a líderes de opinión hacerlo, a los que creemos en instituciones y debemos empezar a mostrar con el ejemplo. Si quieres recibir, lo primero que tienes que hacer es dar. Pero primero debemos superar un elemento, que es el negativismo en el análisis. Si solo vemos el vaso medio vacío no vamos a tener propuestas. Mira la cantidad de opiniones en todos lados… creen que lo que vende es como en los noticieros, sangre. Pero sin duda nos toca a nosotros.
Hay un rumbo…
El Perú ha tenido los 30 mejores años de su historia, y no es algo que ensalcemos o discutamos más. Y hay unas contradicciones entre quienes opinan: ves que economistas dicen que hay que bajar el consumismo, pero hay que subir el PBI… ¡algo contradictorio! Yo creo que hay un tema de los líderes de opinión, que les toca un poco de reflexión y ponerse a pensar un poco cómo piensa un joven de San Juan de Lurigancho, que lo único que ha visto en su vida es progreso.
Otra visión, sin duda…
Ha visto a sus abuelos pobres que vivían en un arenal, a su padre taxista, pero él está estudiando en estos momentos. Me recuerda a lo que vi cuando fui profesor en Quebec (Canadá) Muchos colegas me decían que sus padres habían sido leñadores, que de regalo de Navidad recibían una fruta, una naranja… O sea que sí se puede.
Algunos politólogos piensan que las cosas están dadas para que venga un populista demagogo. Un 31% de peruanos aparece como totalitario/autoritario en el espectro ideológico…
Pero eso significa que tienes casi un 70% que no está a favor de eso. Míralo del otro lado. Muchos líderes de opinión están acostumbrados a ver y pensar basados en un país de hace 30 años, estudiaron y se acostumbraron a ver el lado malo, a criticar las instituciones, pero muchos no se han dado cuenta que ha pasado el tiempo y que ha habido un montón de crecimiento, que hemos cambiado mucho en poco tiempo.
Ocurre que ese 31% es exactamente el número que votó por Humala en 2006, 2011 y votaría en 2016 por un perfil más duro como Keiko. Parece que pese al crecimiento, no cambiamos el chip…
Ese 30% duro no podía hacerlo ganar, entonces tuvo que decir que el plan de gobierno no sirve, y dice “vamos a hacer la hoja de ruta” y recién ahí 20% más votó por él. Y hay que reconocerle un mérito: que ha mantenido la promesa.
Has estudiado mucho a estos nodos de crecimiento en el interior, ¿eso significa que el Perú estará más descentralizado en el mediano plazo?
Descentralizado sí, sin duda. Con centros económicos y culturales fuertes, no compitiendo con Lima pero sí interactuando con Lima. No necesariamente van a seguir los mismos caminos, podrían darse caminos muy diferenciados. El sur con Arequipa como centro, que ya es centro económico, podría tener mucho más influencia de la minería. El país está en un proceso de crecimiento endógeno muy fuerte, pero ahora necesita un quiebre.
SABÍA QUE
- Arellano ha escrito 10 libros que se han editado en países como Canadá, México, España y Perú. También ha sido presidente fundador de la Sociedad Peruana de Márketing.
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