Carlos Carlín,Habla.Babas
ccarlin@peru21.com
Hay vergüenzas en la vida tan fuertes, yo no sé. Mejor dicho sí sé. A partir de ayer en la tarde sé perfectamente qué es morir de vergüenza. Esa vergüenza que te va poniendo roja la cara, tan roja que sientes que se te quema hasta volverse morada. Hay vergüenzas en la vida tan fuertes, yo sí sé. Lo supe ayer cuando llegue a la radio después de la conferencia de prensa de Psíquicos. Encontré el único baño de todo el edificio donde uno puede ser feliz completamente solo. Y solo me entregué a la paz. Dejé que la biología fluya. Pero también deje la puerta abierta. Sentado en esa loza, uno se encuentra vulnerable y desprotegido. Desarmado. Cualquiera podría entrar y tirarte un palazo en la nuca, matarte y no te darías cuenta. Pero también podría entrar alguien y solo con mirarte, matarte de vergüenza. A mí me mató el Dr. Pérez Albela. Ese del Magnesol. El Dr. que se cuelga de cabeza como un murciélago entró al baño. Estaba de pie frente a mí y yo en el water. ¿Por qué justamente él, que enseña a vivir saludablemente, me encontraba en la situación menos saludable para mi vergüenza? Nos quedamos mirando en un silencio incomodísimo. Muy sobrio solo dijo: ‘Voy a poner seguro a la puerta’, y salió. ¿Cómo mirar nuevamente al Dr. Pérez Albela a los ojos? ¿Cómo olvidar que, sin querer, compartimos un momento de intimidad? Hay vergüenzas en la vida tan fuertes, ya lo sé.
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