Finalmente, la Policía logró capturar a Gerald Oropeza. Este sujeto vivía ostentando una riqueza difícil de sostener con una simple empresa de limpieza, tenía amigos vinculados al narcotráfico con los que celebraba en ostentosas fiestas, era militante aprista, su empresa facturaba por más de S/.300 millones con el Estado y ocupaba (nadie sabe bien cómo) la casa incautada a los Crousillat. Todo esto a vista y paciencia de la Sunat, la UIF, la Policía y el Ministerio Público. Si el 1 de abril no le hubieran metido 24 balazos y dos granadas a su Porsche, el Tony Montana peruano seguiría haciendo piques en la Costa Verde con sus carros de lujo.
Pero cayó. Y ese no solo es un hecho irrefutable, sino una buena noticia que deberíamos celebrar. La Policía no solo actuó con profesionalismo, sino con precisión, y una vez que el prófugo fue identificado en Ecuador, se procedió a su captura. Restarle méritos a la PNP en esta operación es ridículo y mezquino. Tratar de hacerla pasar como si fuera una cortina de humo ya resulta delirante.
Una cortina de humo es algo que uno puede armar y controlar para utilizarlo en el momento más oportuno. Una captura es un hecho impredecible, y se hace cuando uno tiene las mejores oportunidades de éxito, no cuando a uno le conviene políticamente.
Nuestra Policía requiere una reforma urgente para ser una institución eficiente y respetable. Basta ver el profesionalismo y el equipamiento de la Policía ecuatoriana, que colaboró en esta captura, para darnos cuenta de lo lejos que estamos de alcanzar los niveles de los países vecinos. Por eso, y reconociendo las condiciones precarias en las que trabajan, debemos tener la hidalguía de reconocer sus logros y no restarle importancia a un trabajo que a veces se acerca mucho al de la institución que quisiéramos tener.
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