La reconstrucción con cambios, en palabras del presidente Kuczynski, conllevará ‘un severo freno al tráfico ilegal de tierras, y responsabilizará a los alcaldes y funcionarios que no respondan’. Pero para lograrlo no bastará con aplicar ‘palos’ si a la par no se ofrecen ‘zanahorias’.
Los traficantes de tierras han desarrollado desde los ochenta sofisticados ‘productos de vivienda’ diseñados para las familias de menores recursos económicos: la invasión violenta, la invasión paulatina, la compra-venta ilegal (‘El Otro Sendero’).
Estos suelen ejecutarse en complicidad con las autoridades locales.
Por ejemplo, en el caso de Evangelina, la Municipalidad de Punta Hermosa declaró Pampa Pacta en el 2011 como una zona de riesgo ecológico, donde no se podría construir. Pero en el 2013, Santo Domingo de los Olleros, bastante alejada del lugar, “reconoció” a esta zona como un centro poblado, y emitió certificados de posesión que dificultan las acciones judiciales.
Frente a estos actores no cabe otra alternativa que aplicar ‘palos’.
Sin embargo, como me lo hizo notar Víctor Endo, consultor en administración de tierras, si no se logra una oferta barata que compita con la de los traficantes de tierras, no se logrará quitar mercado a los traficantes.
En su opinión, habiendo hoy muchas menos tierras urbanizables que antes, cuando se dieron las grandes invasiones, el Estado debe promover la densificación de las viviendas; de manera que esos propietarios con casas de dos pisos y fierros que sobresalen en el techo a la espera de una futura ampliación, se animen a construir más pisos encima, a fin de alquilarlos o venderlos.
En los próximos 20 años se van a necesitar 2 millones 400 mil viviendas formales, según Capeco. Ojalá la reconstrucción sirva para sentar las bases de ciudades más habitables.
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