Incluir una vaca en un producto que solo tiene 60% de leche fresca me parece publicidad engañosa. Incluir la palabra ‘leche’ para describir una mezcla láctea no. Pero solo un estudio del público objetivo puede –a ciencia cierta– determinarlo, como alguna vez se presentó en el Indecopi. Lo que no debe ocurrir es que esta coyuntura, vinculada con el etiquetado de productos alimenticios, sea aprovechada para ‘empujar’ temas que nada tienen que ver con Pura Vida.
Hay quienes están afirmando que la palabra ‘leche’ ni siquiera debería poderse utilizar en la etiqueta de productos que no sean 100% hechos con leche entera fresca (LEF), y ya hay proyectos de ley para prohibirlo porque –supuestamente– los consumidores no pueden leer ni hacerse responsables de nada. ¿Lo siguiente será prohibir que se use la palabra ‘chocolate’ para describir productos que no son hechos 100% con cacao y azúcar? Absurdo.
Luego, hay quienes dicen que si los alimentos llevaran advertencias de salud como en Chile o Ecuador o si ya se hubiera aprobado el reglamento del etiquetado alimenticio, este ‘engaño’ no se habría producido. Esto es falso. Las advertencias solo indican si el producto es alto en grasa, azúcar o sodio. Y en nada hubieran cambiado el estado mental de los consumidores que creían que Pura Vida era 100% LEF o que sabían era una mezcla.
Por último, hay quienes están usando el caso Pura Vida para proponer medidas para proteger a los ganaderos locales de la “competencia desleal”, que en realidad es competencia internacional. Y proponen prohibir el uso de sustitutos de la LEF –como leche en polvo– en yogurts, quesos, etc., en beneficio de los ganaderos locales; sin reparar que el hecho de que haya un oligopolio en la compra de la leche solo empeoraría si restringimos la competencia a nivel de los insumos (y los precios podrían subir). No al gato por liebre.
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