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Opinión

Mientras el presidente Ollanta Humala habló de cloacas; Evo Morales, presidente de Bolivia, afirmó que “las telenovelas influyen en los embarazos adolescentes […].

Mientras el presidente Ollanta Humala habló de cloacas; Evo Morales, presidente de Bolivia, afirmó que “las telenovelas influyen en los embarazos adolescentes, la violencia machista y la infidelidad, lo que causa la descomposición de los matrimonios y las familias”. Así, el buen Evo se unió a la cantaleta que insiste en achacarle a la TV responsabilidades que no tiene. Si lo que dice el presidente boliviano fuese cierto, ¿cómo explicaría que también existan machismo, familias disfuncionales y embarazos no deseados en lugares donde ni siquiera hay luz? Es cierto que, en países como Bolivia y el nuestro, la TV se convierte en el centro de la vida de muchas personas. A falta de instituciones sólidas, los medios son vistos por la mayoría como tribunales de justicia y referentes de vida, pero este escenario es consecuencia de la recurrente
ineficacia estatal y la precaria educación de nuestros pueblos. Fácil es culpar de cualquier deformación social a la TV, cuando más importante sería preocuparse en fortalecer la educación y la información. Así, habría gente con herramientas para decidir cómo se informa y con qué se divierte. Si Evo se siente como ‘Nandito’, no es culpa de ‘Soraya’; la culpa es de quien no le enseñó que María, la del barrio, era solo ficción.


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