Enrique Castillo,Opina.21
ecastillo@peru21.com
En muchos países del mundo existe un control de velocidad electrónico y se imponen fotopapeletas, las mismas que son aceptadas como sanción, aunque siempre está abierta la posibilidad de un reclamo formal presentado por el eventual infractor y evaluado por la autoridad.
Pero este tipo de control es anticipadamente anunciado –tanto en su ubicación como en las condiciones de control–, y está señalizado –de manera permanente y formal– con algunos centenares de metros de anticipación. Nada se hace improvisadamente, ni de manera informal. No se busca sorprender a nadie, ni aprovecharse del desconocimiento de los conductores. Todos están avisados, y ya sabemos que guerra avisada no mata gente.
En nuestro país, las fotopapeletas han sido aplicadas por el mismo Estado –municipios y policía– sin que nadie supiera nada, y –parece– sin que nadie tuviera la intención de decir nada al respecto. Es decir, se buscó –aparentemente– sorprender a los automovilistas y castigarlos con sorpresivas y altas multas de las que nadie sabía nada, y mantenerlos sin información para seguir lucrando de esa desinformación. Todo un “asalto” por parte de un Estado que nos muestra su informalidad –este mismo Estado que dice luchar contra la minería ilegal, contra la piratería, contra el contrabando, etc.– y, por tanto, su improvisación, en toda su dimensión.
En lugar de educar, informar y prevenir para que los ciudadanos no tengan que ser sancionados, tenemos un Estado que, incomprensiblemente, busca sorprender, “sembrar”, hacer “pisar el palito” a los automovilistas para que caigan en la trampa y tengan que pagar cuantiosas multas, en beneficio de las arcas de ese Estado que parece que busca promover las infracciones para financiarse. A más infracciones más recursos. ¡Qué vivan las infracciones! El mundo al revés.
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