Edgar Saba cuenta historias todo el tiempo. Cada pregunta que le proponemos es respondida con una breve narración. Y su labor como director del Festival de Cine de Lima, que empieza hoy, permite que durante ocho días veamos las historias de otros. Está entregado a la creación y sueña con, algún día, ser un gran escritor y dirigir cine. Edgar tiene futuro.
El cine nos habla constantemente sobre el futuro.
El teorema más antiguo de la historia, sobre el que se basa el pensamiento occidental, fue dado por Euclides, y dice que las paralelas solo se juntan en el infinito. Ese teorema ha sido apropiado por el campo de las ciencias exactas, pero creo que él habla de una relación. Una vida y otra son paralelas, y cuando se une un hombre y una mujer, ahí se juntan las paralelas. O sea, el infinito puede estar aquí. Un festival de cine como este es la reunión de la vida y de las historias –que son paralelas– de los cineastas y que se reúnen y se juntan; por lo tanto, de alguna manera es una forma de tener el infinito aquí, durante ocho días, en el festival.
Con usted nace el festival. ¿Llega como un adolescente de 19 o un adulto con 19 años manejando este evento?
Hay una diferencia entre el primer año y este. Antes, cuando veía una combi, corría y me subía. Hoy veo una combi; antes de correr y subirme, pienso diez segundos. Es la reflexión. El objetivo del festival es muy simple: la sonrisa del público. Es fundamental que los peruanos se sientan ciudadanos del mundo. Hemos llegado a un nivel de calidad de programación muy profunda. No hay que crecer en grasa sino en músculo.
¿Y el cine peruano ha crecido en músculo o en grasa?
En músculo. El cine latinoamericano en general ha crecido en músculo. Carlos Galeano, quien ayudó a hacer el festival de La Habana, vino a dar un curso de cine latinoamericano antes de crear el festival. Mientras daba ese curso pasamos un ciclo de Arturo Ripstein. Le comenté que yo pensaba que el cine latinoamericano no había dejado de ser documental, incluso en la ficción. No eran historias personales. Cuando surge el boom latinoamericano en los años sesenta, la novela deja de ser descriptiva para ser personal, y los escritores empiezan a escribir sobre lo que sienten. Y creo que en este momento el crecimiento en músculo es porque los directores están haciendo películas que sienten. Creo que está surgiendo una suerte de boom latinoamericano en el cine.
Entonces, el cine peruano está en su mejor momento.
Debe estar en mejores momentos, pero está en un muy buen momento, a tal punto que este año se estrenan 12 películas nacionales en el festival. Y es el único país que está compitiendo con cuatro películas.
¿Cómo nace el festival?
Hernán Lanzara, que en ese momento trabajaba para Cusqueña, me dijo: “He venido porque queremos entregar un premio y no sabemos a qué arte”. Le dije: “Hernán, al cine”, e hicimos el festival. Así fue. La inmortalidad son las pequeñas acciones que hacemos nosotros día a día. Cuando uno piensa qué es el impresionismo, se suele pensar que, bueno, es una corriente y todo lo que se ha escrito. Yo digo: no, eran cuatro amigos en una taberna de París. El festival lo ha hecho el público, porque en la semilla de mi corazón simplemente quería que el público viera lo que yo ya había visto.
Usted ya no solo es un hombre de teatro sino un gestor cultural.
Yo no sé lo que soy. Podría dejar la gestión cultural, pero no puedo dejar la actividad creadora, porque es una maldición. Si no creo, me muero…
¿Ya piensa en la muerte?
Pienso en la muerte de una manera distinta. Al contrario de muchos amigos y colegas míos, yo sí creo en Dios. Me hace sentir mejor. Si los ateos no creen en Dios por qué voy a creer en los ateos. Pero hay algo más importante: a lo mejor Dios no existe, pero el hombre tiene que trascender, y por eso hace cine, por la misma razón que los hijos se reproducen. Es imposible que el hombre no quiera trascender.
¿Y usted ha trascendido?
Dicen que para trascender hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Y ahora estoy terminando una novela. Se llama Bertolucci nunca vino a cenar, que es una ficción sobre lo que es la cultura en el Perú.
Se siente satisfecho.
Me hubiera gustado dirigir cine y ser un gran escritor. Espero que la próxima entrevista que me haga sea como escritor (risas).
Los invitados especiales para esta edición son Arturo Ripstein, Gustavo Bueno y Werner Herzog. ¿Qué tienen en común?
Yo diría qué bueno que no tienen nada en común. Qué bueno que el público peruano conozca el trabajo del director alemán Herzog, uno de los directores vivos más importantes; qué bueno que la gente sepa quién es Ripstein, que quizá está entre los grandes cineastas clásicos latinoamericanos vivos; y qué bueno que a la altura de ellos se rinda homenaje a un actor como Gustavo Bueno.
¿Y sigue pensando en traer a Quentin Tarantino?
Yo sigo pensando en Bernardo Bertolucci, por eso escribí la novela. El festival de cine, si bien tiene 19 años, es algo que será…
¿Cuál es su sueño?
Un sueño realizado es esta entrevista, muchas gracias. Esto tienes que ponerlo, ¡ah! (risas).
AUTOFICHA
■ “Acabo de cumplir 63 años. Estudié Literatura, me doctoré como director en Londres. Al terminar la universidad, en Inglaterra, empecé a ganarme la vida como guionista durante dos años. Luego, al llegar a Madrid, donde me quedé como 20 años, me alojé en la casa de Carlos Saura”.
■ “Incluso, fui asistente de dirección de la película Mamá cumple 100 años (del cineasta español Carlos Saura). Ahí conocí a Geraldine Chaplin (actriz británica, hija de Charles Chaplin) y viví muy pegado a la familia Saura”.
■ “Como director del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú tengo que cuidar y velar por todas las artes. Sería injusto que yo, viniendo del mundo del teatro, convierta esto en una compañía teatral. Ahora, tampoco debo descuidar el teatro”.
Por Mijail Palacios Yábar (mpalacios@peru21.com)
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