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Opinión

Este no es un bloque de los librecambistas y eficientes versus los estatistas ineficientes.

Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista

Son solo cuatro los países que conforman la Alianza del Pacífico (AdP), pero la velocidad con que ha llegado a acuerdos y la similitud en la orientación de sus políticas económicas, vocación de integración al mundo y democracia política, ha despertado el interés del mundo entero. La AdP tiene la curiosa característica de contar con menos miembros que los treinta y dos países observadores.

Cuando el Perú propuso la idea de conformar la AdP, sus cuatro miembros tenían ya concluidos (o muy próximos a firmarse) tratados bilaterales de integración. Al integrarse a la AdP Colombia, Chile, México y Perú, avanzaron más allá de sus acuerdos bilaterales y en muchos casos liberalizaron productos antes excluidos de sus respectivos bilaterales, porque eran considerados sensibles por distintos grupos de presión—notablemente muchos productos agrícolas.

La razón para el rápido progreso de la AdP es obvia: los cuatro países tenían acuerdos de libre comercio con los EEUU. Habría sido absurdo abrir el intercambio con la economía más avanzada y competitiva del mundo, e insistir al mismo tiempo en restringir el intercambio entre nosotros mismos.

La AdP, sin embargo, empieza a cosechar enemigos producto, a mi juicio, del reconocimiento mismo acerca de su enorme potencial de éxito. Desde las acusaciones paranoicas de Evo Morales, “…son parte de una conspiración que viene desde el norte para dividir, y que la Unasur no avance hacia la liberación definitiva”, hasta la más peligrosa propuesta del canciller chileno Heraldo Muñoz, que ahora maniobra para acercar la AdP al Mercosur, un acuerdo esencialmente cerrado con un bien hilvanado argumento: “…no quisiéramos que la Alianza del Pacífico sea concebida como una suerte de bloque político excluyente, que se contraponga al Atlántico. Este no es un bloque de los librecambistas y eficientes versus los estatistas ineficientes. Debemos tener respeto por los países del Atlántico y buscar convergencia en la diversidad”. Habría que recordarle a Muñoz que su presidenta, Bachelet, en su primer gobierno, se rehusó a integrarse al Mercosur precisamente porque tal grupo conduce una política económica fundamentalmente discordante con la chilena.
Detrás de todo esto está naturalmente una especie de veto de Brasil a la AdP que ciertamente no prosperará.

Es imprescindible avanzar en la consolidación de la AdP para convertirla en una poderosa plataforma que mira al Asia Pacífico. En este esfuerzo resulta vital el incorporar una mayor participación del sector privado, que, en última instancia, es el que da sustancia a la agrupación.

Propongo algunas medidas urgentes de consolidación:

• Establecer una pequeña secretaría permanente de coordinación encargada del seguimiento y promoción de la hoja de ruta establecida por la AdP.

• Formar dentro de la AdP un grupo empresarial de asesoría similar al ente con que cuenta el APEC (ABAC por sus sigla en inglés).

• Concluir la integración de las bolsas de los cuatro países.

• Conformar un grupo de trabajo para armonizar políticas económicas aún divergentes, notablemente las políticas tributarias y laborales.

Solo así dejaremos de perder el tiempo y prepararnos para nuestra inevitable cooperación y competencia con el Asia Pacífico.


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