25.NOV Lunes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

El poblador limeño ha crecido económicamente durante la última década, pero lo ha hecho de espaldas al Estado, rodeado de un mundo informal. El limeño cree en la iniciativa propia, le tiene fe al progreso del mercado y desconfía profundamente de los servicios estatales, calificados así por su baja calidad. Es un libertario, aunque no lo sepa.

Carlos Meléndez,Persiana americana
Desde esa premisa buscará elegir a quien administre su ciudad por los próximos años. Su preferencia irá por la oferta que garantice facilitarle su trajín diario y la protección de su cosecha. Los temas de seguridad y transporte serán evaluados primordialmente.

Pero debido a que el Estado (central y metropolitano) ha fracasado en atender este tipo de requerimientos, el elector limeño fijará su mirada en la expresión más elemental de ayuda estatal: la obra de cemento. Así, por default, sería bien valorado aquel quien dio un servicio a la comunidad, construyendo escaleras o facilitando tiendas hospitalarias en zonas inaccesibles.

Dada la estrecha vinculación del limeño con el sector informal, la tolerancia por la corrupción es alta. El “roba pero hace obra” es la típica reacción de una sociedad con un Estado venido a menos. Lo cual no significa que estemos condenados a este tipo de político.

Si se construyen alternativas solventes que convenzan al ciudadano y elector capitalino de una propuesta de seguridad y de transporte ordenado, con un alto nivel de identificación con la urbe y apelando al involucramiento ciudadano, estaríamos ante la posibilidad de descartar, por fin, a esa vieja política local que se caracteriza por ser clientelista, corrupta y retrógrada.


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