22.NOV Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Sandro Venturo Schultz,Sumas y restas
Sociólogo y comunicador

Voy por las calles de Lima y no puedo dejar de sorprenderme cuando veo, uno tras otro, los paneles publicitarios de los candidatos municipales. Me sorprendo y sonrío. Más tarde, cuando converso con los amigos, la sonrisa se transforma en carcajada. No puede ser que nadie les diga a los candidatos que el exceso de retoques digitales sobre sus retratos equivale a una cirugía plástica mal realizada.

No sé si estas campañas son más chistosas que las anteriores, pero, por alguna razón, la gente está hablando del tema y los periodistas no pierden la oportunidad de destacar el aspecto más superficial de esta feria de vanidades. Acaso la ausencia de debate acerca de la problemática de nuestras ciudades haga que los aspectos más frívolos llenen la mesa de la conversación ciudadana. Ya que no hay propuesta, lo que llama la atención es la mala calidad del maquillaje publicitario.

Si uno revisa las campañas, observa lo siguiente: i) los eslóganes son vacíos (“la esperanza ya viene”, “la seguridad importa”, etc.), ii) la mayoría de candidatos se presenta sin credenciales ni experiencia municipal (en el mejor de los casos aluden a su profesión: “médico”, “empresario”, etc.), y iii) se destacan las marcas de los movimientos que tienen arrastre electoral buscando así el endoso al desconocido candidato. La política reducida a un carisma personal hueco.

Es verdad que la dinámica metropolitana es distinta a la distrital. Por eso el PPC y Somos Perú son importantes a nivel local y muy débiles en el provincial. Por eso los actores nacionales como el Apra y el fujimorismo son infaltables en la opinión pública y poco significativos en el mundo barrial. Por eso Solidaridad Nacional solo existe cuando Castañeda postula al sillón de la gran Lima. Nuestro sistema político está fragmentado, de allí que las ideas sobre lo que queremos para nuestra polis están atomizadas en grupos de especialistas o sigan ausentes en cada nuevo periodo electoral. Es sintomático que quien encabeza las encuestas, además de mudo, se haya convertido también en un holograma.

Ya tenemos mucho tiempo acompañando gestiones municipales de alcaldes constructores y alcaldes jardineros. Las campañas electorales son un reflejo de estas limitaciones, pero también de algo más. Cuando veo lo mal que están diseñados los paneles publicitarios, entiendo la pobreza estética de nuestras ciudades. Cuando constato cómo esa publicidad callejera contamina nuestras avenidas, le tengo que dar la razón a quienes piensan que los políticos tienen por vocación trascendente su propio provecho. Cuando la pobre publicidad destaca, es porque detrás del retrato existe medianía o pragmatismo. La publicidad electoral también es un reflejo de nuestro subdesarrollo ciudadano.


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