Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista
En abril del año pasado, en medio de la bonanza económica y la alta popularidad del presidente Humala advertí que la persistencia de fallas institucionales y una conducción política llena de ambigüedades, frenaría nuestro alto crecimiento y traería abajo la popularidad del presidente (“Jugando con fuego”, El Comercio 27-4-2013). Las mismas falencias en el liderazgo político que enumeraba entonces son hoy ya más que evidentes: la clara inclinación estatista, la indiferencia ante grandes proyectos privados de inversión paralizados, la impericia en el manejo de los procesos de consulta previa, la falta de decisión para enfrentar el “terrorismo blanco” del movimiento antiminero, la complacencia con Venezuela y el mantener vigente el acertijo sobre las intenciones de la esposa del presidente.
Desafortunadamente, aquellas preocupaciones se han hecho realidad. El vigoroso crecimiento económico del 7.3% de los tres años anteriores al 2013 cayó al 5%, las exportaciones han disminuido casi 5 mil millones de dólares desde su pico en el 2011, por una caída en los precios, pero también porque la producción minera cayó (especialmente la de oro por el declive en la leyes del mineral y la oposición a la apertura de nuevas minas). El crecimiento de la inversión privada ha cesado, la confianza empresarial, que tuvo una recuperación en meses recientes, ha vuelto a declinar, la confianza del consumidor también ha caído, así como el consumo de bienes durables y el empleo formal. Finalmente, la popularidad presidencial se desplomó en más de 30 puntos en sólo un año.
La predicciones de un crecimiento en este año mayor al del año pasado no se van a cumplir. El crecimiento de enero fue decepcionante (4.2%) y en febrero bordeará el 5%. Marzo mostrará un crecimiento mayor, pero será sólo porque la Semana Santa este año cae en abril, no en marzo como el año pasado. Por la misma razón el crecimiento de abril será magro y estaremos hablando entonces de una economía que crece al 4%. Con la introducción de las nuevas cuentas nacionales basadas en precios del 2007, el INEI ha revisado al alza el crecimiento del año pasado desde 5% a 5.6%. Esperar que este año se supere esa cifra es nada realista.
Todos estos hechos demuestran el grave error de aquellos que piensan que política y economía pueden marchar separadas y que “no importa la política si la economía marcha bien”. No existe tal cosa como un país próspero con política caótica; sino echemos una mirada a Argentina o Venezuela.
A pesar de todo lo dicho, no podemos soslayar las fortalezas del Perú actual y su enorme vocación de prosperidad: la laboriosidad de su gente, sus empresarios, su solidez macroeconómica, la independencia del BCR y su integración al mundo.
No hay nada irreversible en lo sucedido. Sólo basta reconocer que en el largo plazo, no existe economía exitosa coexistiendo con política disfuncional.
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