Ariel Segal, Opina.21
arielsegal@hotmail.com
Hace unos años, Hugo Chávez popularizó como lema de su supuesta revolución: “Patria, socialismo o muerte”. Cuando se enteró de la gravedad de su cáncer, exigió dejar de usar la palabra “muerte”, con lo cual se confirmó: a) que el eslogan era para todos, menos para él, y b) que la ideología “bolivariana” no es tal, porque el discurso se adapta a las coyunturas y no a principios.
Sobre el “socialismo”, si lo hay, es para lo que el expresidente de la petrolera PDVSA, Guaicaipuro Lameda, revela en una entrevista al contar una agria discusión que sostuvo con Jorge Giordani –ministro de Planificación por muchos años y, desde el 2008, de Finanzas– durante una reunión del gabinete económico en 2002: Exponía Lameda: “Si es verdad que queremos acabar con la pobreza, es imprescindible que se genere riqueza y que se diseñen mecanismos adecuados para que su distribución sea justa y equitativa, y eso tampoco lo veo”. Allí Giordani me interrumpió y me dijo: “Mire, general, ¡usted todavía no ha comprendido la revolución! Se lo explico: Esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios solo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder para hacer el cambio… Así que los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de economía, de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza”.
Y sobre “patria”, el patético pacto entre Maduro y Cabello, transado en La Habana, para que el comienzo del postchavismo se dirija desde un país extranjero de acuerdo con los intereses de los hermanos Castro, lo dice todo.
Chávez y sus ahijados no han cumplido siquiera con su lema. Entonces se da el dilema: ¿Por qué esperar que lo hagan con la Constitución?
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