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Opinión

“(Trump y Kim Jong-un) heredaron un arsenal nuclear importante y un conflicto complejo”.

¿No tienen nada mejor que hacer el dictador de Corea del Norte y el presidente de Estados Unidos que jugar a la guerra nuclear?, es la pregunta que se hace una humanidad aterrada ante dos chiquillos desarrollados en tamaño mas no emocionalmente, que se amenazan mutuamente con armas atómicas.

Trump tuiteó el pasado 4 de julio, a propósito de la primera prueba de lanzamiento exitosa de un cohete intercontinental: “Corea del Norte acaba de lanzar otro misil. ¿Este tipo no tiene nada mejor que hacer con su vida?”. Kim Jong-un podría contestarle a Trump lo mismo, ya que a su enemigo norteamericano debe sobrarle el tiempo si, de manera adicta, dedica mucho tiempo a ofender por las redes sociales a políticos, periodistas y actores que lo adversan.

El problema es que el presidente ególatra de la mayor potencia nuclear del mundo y un aprendiz de dictador irresponsable que en un país totalitario obliga a rendirle culto como ocurrió con su padre y abuelo heredaron un arsenal nuclear importante y un conflicto complejo que involucra a varios países del lejano oriente: China, Japón, Corea del Sur, etc. Trump intenta convencer a China, que provee más del 90% de lo que importa Corea del Norte, de que fuerce a su régimen a desmantelar su programa nuclear por medio de la amenaza militar o económica, pero no ayuda mucho que para ese fin su gobierno boicotee a bancos chinos que tengan actividades financieras (como si otras en el mundo no lo hicieran) y que peligrosamente envió un buque de guerra a pasear por islas que China reclama como suyas.

¡Basta ya!, claman gobiernos preocupados ante gemelos políticos que ahora incrementan más sus amenazas que resuenan, peligrosamente, como un “va-a-estallar”.


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