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Opinión

Si las elecciones norteamericanas de este año no fueran –gracias a la irrupción de ese payaso millonario que es Donald Trump– una fuente inagotable de escándalos y absurdos que mantienen entretenido a medio mundo, el gran tema en la política estadounidense este 2016 sería la caída de Roger Ailes, otrora CEO, amo y señor de Fox News.

Durante sus veinte años de reinado, Ailes convirtió el canal de Rupert Murdoch en el brazo armado del ala extremista del Partido Republicano. En palabras de Gabriel Sherman, autor de una voluminosa biografía titulada ‘The Loudest Voice in the Room’, “Ailes construyó no solo una cadena televisiva de noticias conservadora, sino más bien una suerte de cuarto poder, el brazo propagandístico del Partido Republicano, una organización que designaba candidatos presidenciales, vendía guerras y decidía la agenda del día para sus dos millones de televidentes”.

¿Cómo lo hizo? Apelando al nacionalismo más ramplón y a un racismo apenas disimulado contra inmigrantes y afroamericanos, azuzando los miedos de los estadounidenses conservadores, defendiendo unos supuestos “valores familiares” y llenando la pantalla de señoritas rubias, piernilargas, que gritaban orgullosas su anti-intelectualismo y asentían complacientes ante el machismo de sus co-presentadores. Tal es el énfasis que pone Fox News en el sex appeal de sus periodistas, que Ailes no solo hizo obligatorio el uso de vestidos cortos y tacones altos, sino que implementó la llamada “leg cam”: una toma de cámara que ponía en primer plano las piernas cruzadas semidesnudas de las presentadoras. Esto, claro, mientras se llenaban la boca con el supuesto cristianismo fundacional de la nación americana, la santidad del matrimonio, condenaban el aborto, la homosexualidad y cualquier política pública que escapara del catecismo dominical.

Lo que no sabíamos es que, lejos de guiar su vida según los “valores familiares” con que aleccionaba a su audiencia, Ailes era un acosador serial que perseguía a sus trabajadoras, se aprovechaba de su posición de poder para obtener favores sexuales y creó un ambiente de fraternidad universitaria donde las mujeres debían soportar un trato degradante si querían ascender o mantener su trabajo.

Más de veinte empleadas y ex empleadas de la cadena han acusado a su antiguo jefe de acoso. En palabras de la presentadora Andrea Tantaros, víctima de represalias laborales luego de rechazar los avances de Ailes, “Fox News se presenta como defensor de los valores tradicionales, pero detrás de cámaras opera como una suerte de secta sexual al estilo de la mansión Playboy, impregnada de intimidación, inmoralidad y misoginia”.

Es una historia conocida: aquellos que hacen de ver el mundo en blanco y negro un oficio, que se erigen en guardianes de la moral y las buenas costumbres, que levantan un imperio decidiendo qué está bien y qué mal sin matices posibles, suelen esconder las faltas por las que condenan a otros a la hoguera pública. Los puros, los inmaculados, los que primero y con más energía alzan el dedo acusador son casi siempre los que más tienen que ocultar.

Por lo general, asociamos esa inconsistencia con la derecha, pero no es muy distinto al otro lado del espectro ideológico. Ocurre que la derecha suele ser más ampulosa y torpe en sus chillidos, y los valores que dice defender contravienen el progreso social. La izquierda, por el contrario, afirma defender valores alineados con el devenir de los tiempos, pero en esa empresa no escatima a la hora de utilizar las mismas tácticas –y en vestir la misma hipocresía– que la derecha más irracional y retrógrada. Solemos disculparlo o pasarlo por alto porque creemos que, al menos, lo hace en defensa de valores progresistas. Pero, cuando cae el telón, la imagen es la misma. La desnudez patética y repulsiva de un predicador devorado por sus propios demonios.


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