En un pequeño ensayo titulado “La risa caníbal”, el escritor español Andrés Barba señala: “El cómico es un gran aglutinador porque no hay nada con una capacidad de convocatoria más inmediata que una buena carcajada”. La sentencia de Barba me viene a la cabeza cuando reviso la prensa peruana y me detengo en las viñetas de sátira política que casi todos los medios llevan en sus páginas. La tradición de historieta política es larga y fructífera en nuestro país, y esos pequeños rectángulos ilustrados han adquirido en algunos casos mayor influencia que muchas columnas y editoriales.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, al leer las reacciones que algunas de esas viñetas despiertan en redes sociales, me preocupa que esa capacidad de convocatoria de la que habla Barba sea cada vez más reducida. Y no porque la lectoría sea menor –de hecho no lo es, el alcance de una viñeta política en tiempos de redes sociales es muchísimo mayor que en el mundo pre-Internet– sino porque la polarización y cainismo de nuestra vida política hacen que la carcajada sea compartida tan solo por aquellos que –creemos– piensan igual que nosotros.
Suelo reírme de aquellos periodistas que confunden la realidad con lo que ocurre en su timeline de Facebook o los halagos que reciben de parte de sus seguidores en Twitter. Pero, de la misma forma, creo que se equivocan aquellos que desprecian lo que se dice en redes sociales con un “ese no es el mundo real”. Las redes sociales no SON el mundo real, pero son parte de él, y lo que ahí se dice, hoy, ocupa el mismo espacio –y relevancia– que la conversación que tenemos con amigos o la charla de café que compartimos con compañeros del trabajo.
Hace una semana, en Perú21 cambiamos la viñeta diaria de la página editorial. Durante 14 años, la realizó Heduardo, uno de los ilustradores políticos de mayor y mejor trayectoria en nuestro país. Desde el domingo 14 de agosto, el responsable es Mechaín, quien lleva años demostrando su talento y filo político en la portada del suplemento El Otorongo. Como era previsible, el cambio fue recibido con opiniones mixtas. Cuando el viernes se anunció que Heduardo dejaba de colaborar con el diario, aquellos que –parece– compartían algunas de sus posiciones políticas levantaron la voz airados y acusaron al diario de censura. Nadie, por cierto, ningún medio ni periodista, levantó el teléfono o utilizó el teclado para contactarnos y hacer la pregunta que los atosigaba. Por otro lado, aquellos que se sentían en el supuesto extremo opuesto de las opiniones políticas de Heduardo celebraron su partida durante, exactamente, un día.
El domingo, cuando apareció la primera viñeta de Mechaín, que hacía referencia a la ausencia de la ex candidata Keiko Fujimori en la multitudinaria marcha #NiUnaMenos, muchos de los que habían recibido con alegría la partida de Heduardo ahora lanzaban su ira contra Mechaín, a quien llegaban a acusar –junto al director y editores del diario– de promover la violencia contra la mujer. O más bien, contra UNA mujer.
Desde entonces, por supuesto, Mechaín se ha despachado a gusto contra personajes de todas las tiendas políticas. Pero reírse de uno mismo, de los que consideramos los nuestros o de aquello en lo que creemos resulta cada vez más difícil en un país donde el tribalismo se hace fuerte, donde para muchos la objetividad u honestidad intelectual pasa por darles siempre la razón.
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