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Opinión

Entre los pocos e improbables héroes que dejan estas accidentadas elecciones presidenciales en Estados Unidos, ninguno más inesperado que la presentadora de Fox News Megyn Kelly.

Hasta hace poco, de hecho hasta agosto de 2015, Kelly no era sino una más del club de presentadoras rubias, piernilargas y extremadamente conservadoras de la cadena de Rupert Murdoch que dirigía con mano de hierro el hoy caído en desgracia Roger Ailes. El énfasis en las piernas de las presentadoras, por cierto, no lo pongo yo, lo ponía la misma producción de Fox News. Como ya he explicado en una columna de setiembre, Roger Ailes, acusado de acoso sexual por más de una veintena de ex trabajadoras de la cadena, fue el responsable de lo que se conocía en jerga televisiva americana como “leg cam”: una toma de cámara que ponía en primer plano las piernas cruzadas semidesnudas de las presentadoras mientras estas seguían hablando o entrevistando a un invitado. Por supuesto, la “leg cam” hacía de las suyas con la anuencia de Megyn Kelly y sus colegas.

Además de por sus piernas, en la docena de años que lleva en Fox News Kelly se ha hecho famosa por, entre otras perlas, denunciar que el progresismo estadounidense ha declarado la guerra contra la navidad, y esta se encuentra en peligro; por gritar a los cuatro vientos que Papa Noel —un personaje de ficción, por si hace falta recordarlo— es un hombre blanco y burlarse de cualquier intento de representarlo con otro tono de piel, para proseguir en su defensa de una blanca navidad y declarar, contra casi toda evidencia histórica, que Jesús –sí, Jesucristo– era también blanco.

El color de piel ha sido siempre una obsesión en la cadena de Rupert Murdoch, pero también el uso de la fuerza a la hora de contener las protestas sociales. De Ferguson hacia abajo. Como muestra, un pequeño botón. En 2011, Kelly y su colega Bill O’Reilly —santo patrón de los televidentes de Fox News— discutían las imágenes que mostraban a un policía rociando con gas pimienta a unos estudiantes de la universidad UC Davis en una sentada pacífica. Para Kelly, el asunto no revestía mayor importancia porque el gas pimienta no es más que “un producto alimenticio”.

Pero esa, con alguno que otro súbito y muy esporádico arrebato de cordura, ha sido la Megyn Kelly que hasta agosto del año pasado los progresistas americanos adoraban odiar y los conservadores adoraban admirar. Entonces, todo empezó a cambiar. La noche del 6 de agosto de 2015, Kelly, que era una de las moderadoras del debate entre candidatos republicanos organizado por Fox News, le hizo la siguiente pregunta a Donald Trump delante de millones de televidentes: “Usted ha llamado a varias mujeres que no le gustan ‘cerdas gordas’, ‘perras’, ‘guarras’ y ‘animales repugnantes’. ¿Le parece que ese es el temperamento esperable de un hombre que deberíamos elegir para presidente?”.

A partir de ahí, y pese a que luego se mostró menos incisiva en una entrevista uno a uno con el candidato, Kelly pasó a convertirse en la solitaria voz de algo parecido a la razón en Fox News. Posición que consolidó cuando se filtró a la prensa que había revelado a los investigadores del canal que Roger Ailes la había acosado también a ella.

El último episodio de su campaña de reposicionamiento de cara al público americano tuvo lugar hace una semana, cuando se enfrentó al alto mando republicano Newt Gingrich durante una entrevista, en la que Gingrich intentó defender a Trump de las acusaciones de acoso. En un momento, Kelly cortó la entrevista de pronto y soltó al político: “Vamos a tener que dejarlo aquí, así usted puede ocuparse de sus problemas de ira y trabajar un tiempo sobre ellos”.

Como señalaba en su columna semanal la columnista del Washington Post y ex defensora del lector del New York Times, Margaret Sullivan, no hay que confundir este nuevo estilo de Kelly con “idealismo periodístico” ni mucho menos. Los gestos de Kelly parecen parte de un orquestado plan para renovar su imagen de cara a un nuevo contrato con Fox News o CNN (con quien está en conversaciones) y también para promocionar el libro que está próxima a publicar. Pero, ¿no les resulta fascinante cuando una periodista por quien uno no daba un centavo de pronto hace lo correcto y parece una persona real por primera vez en su carrera? A mí sí; de hecho, me resulta mucho más interesante que el falso idealismo que tantos otros enarbolan.


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