Eric Smith tiene 34 años, una gorra descolorida en la cabeza, un anillo de castidad en el anular de la mano izquierda, una mochila a la espalda y una cruz sobre el hombro. No es una metáfora, la cruz no es una figura retórica que habla del sufrimiento ni el martirio de Eric; la cruz existe, tiene una ruedita en la base, mide casi dos metros y medio de alto, y reposa sobre el hombro izquierdo de Eric.
Hace ocho años, según cuenta, tuvo un sueño en el que vio a Jesús cargando su cruz, con el rostro magullado y ensangrentado, acercándose hacia él. “Lo tuve aquí –dice Eric poniendo la palma de la mano derecha a pocos centímetros de su cara– y me pidió que lo siguiera”.
Desde entonces, Eric recorre Estados Unidos con su cruz al hombro –“no a diario, eso sería una locura”– para hablarle a quien quiera escuchar acerca del amor de Cristo, de los sacrificios que –según le enseñó a Eric la congregación cristiana a la que pertenece, en Waco, Texas– realizó el hijo de Dios por la humanidad entera.
Así que hoy, 8 de noviembre de 2016, Eric lleva a cuestas su cruz en las inmediaciones de la Casa Blanca, para que “el Señor ilumine a todos en esta gran nación”. Eric ha visto al país tan dividido durante la campaña, a todos con tanto miedo, que sintió que su presencia era necesaria en la capital americana. “La gente tiene miedo, en ambos bandos, los que apoyan a uno y otro candidato, pero debemos recordar que Jesús está con nosotros, que su presencia nos ilumina”, explica.
Su plan es circundar la Casa Blanca con la cruz al hombro durante estos días claves. Empezó el 7 de noviembre, y planea estar aquí hasta el 9, cuando ya se sepa quién ocupará la mansión que mandó a construir George Washington a finales del siglo XVIII. “No se trata de quién ocupe la Casa Blanca, no se trata de quién gane, yo creo que ambos candidatos tienen valores sólidos, pero han hecho y dicho cosas que han puesto en guardia y asustado a mucha gente. Y yo solo quiero ayudar a tranquilizarlos, quiero traer algo de paz”, dice Eric.
Cuando le pregunto si ha votado, responde con una sonrisa aún más amplia; dice que sí, pero que no me va a decir por qué candidato. “No quiero que se mezclen las cosas. Si dijera por quién voté, podría malinterpretarse mi mensaje. Y mi mensaje es que este país es de todos, sin miedo, sin divisiones, gobierne quien gobierne, porque todos somos hijos de dios”. Amén.
Enviado especial a EEUU
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