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Opinión

Pedro Guardado nació en Washington D.C. hace 34 años, hijo de padres salvadoreños que en 1980 huyeron de la guerra civil que había empezado en su país un año antes. Pedro nació y creció en la capital norteamericana, junto a sus dos hermanas, Wendy y Flora. El señor Guardado, que había sido militar en El Salvador, consiguió trabajo en una imprenta, mientras la señora Guardado trabajaba limpiando casas para que sus hijos tuvieran la educación y seguridad que su país de origen era incapaz de ofrecerles. “Dos trabajadores no altamente cualificados, pero sí muy dedicados y orgullosos”, en palabras de Pedro.

Khusrav Mahkamov tiene 22 años y, luego de graduarse en mayo del college, quiere continuar sus estudios en la Escuela de Negocios. Aún no decide en cuál. Llegó a Estados Unidos hace poco más de una década procedente de Kirguistán junto a sus padres.

Khusrav, su madre y su hermano menor, nacido en Estados Unidos, se asentaron en una localidad de Illinois, a las afueras de Chicago. Su padre, luego de divorciarse, terminó volviendo a su país de origen. Su madre trabaja como consultora financiera y, según cuenta Khusrav, se ocupa de todo lo que uno podría imaginarse que una madre se ocupa en casa.

Pedro se alistó en la Marina en 2010 como técnico en medicina (hospital corpsman). Luego de su entrenamiento en Fort Sam en Houston, estuvo destacado con el ejército en Japón y, en dos ocasiones, en Iraq.

Khusrav, un buen estudiante durante toda su vida académica, asistió a la Universidad de Beloit en Wisconsin, donde se graduó con una licenciatura en Economía Política Internacional. En Beloit, además, formó parte del equipo de natación de la escuela y trabajó como instructor de nado y salvavidas.

Pedro, ahora, luego de servir al U.S. Navy por seis años y tres meses, quiere ser médico y ha postulado a la universidad. Mientras espera por los resultados de su aplicación, trabaja con la organización Smile Train, que recauda fondos a nivel mundial para operar a niños hijos de familias con pocos recursos que sufren de labio leporino.

Me encuentro con él y Khusrav –ambos intentando reclutar transeúntes para su causa– literalmente a medio camino de la Casa Blanca y Donald Trump. O mejor dicho, del hotel que tiene el candidato republicano en District of Columbia. A nuestra derecha se levanta imponente la mansión que ocupó por primera vez en noviembre de 1800 el segundo presidente de este país, John Adams. A nuestra izquierda, el hotel de un hombre que ha dejado claro, mitin tras mitin, que personas como Pedro y Khusrav no son verdaderos americanos, que este país no se construyó para ellos.

Khusrav, un residente permanente que aún no adquiere la nacionalidad, no podrá votar este 8 de noviembre. “En las próximas seguro que ya podré”, me dice con algo de pesar. Pedro, que nació aquí, votó hace ya unos días. No es, me dice, una persona particularmente interesada en política, pero “esta vez es importante”. Imaginan por quién ha votado, ¿no?


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