22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

En el panorama editorial peruano, que suele ir poco más allá del coffee table book, la autoayuda o la ficción, los libros editados por el politólogo Carlos Meléndez son una rara avis que convive con algunas publicaciones del IEP, el reciente libro de Pedro Salinas (con la colaboración de Paola Ugaz) sobre el Sodalitium y poco más.

Si uno juzgara el país por las mesas de novedades de sus librerías, concluiría que el Perú es una nación poco dada a pensarse, casi alérgica a la reflexión y el análisis. Pareciera que nos basta con libros de recetas, consejos para empresarios y pseudociencias. Se echan de menos, y mucho, ensayos e investigaciones que busquen explicar –con rigor e inteligencia– nuestra complejísima realidad más allá de los veinte clichés que se avientan a la cara la mayoría de opinólogos en medios y redes sociales. Así que este Anti–Candidatos. El thriller político de las elecciones 2016 resulta una feliz aguja en el pajar del paupérrimo debate electoral que, una vez más, venimos sufriendo.

“La política peruana es cada vez más policial; implica conocer los recovecos del quehacer mafioso y el detrás de cámaras de las decisiones políticas, tan trascendentales como causales”, dice con acierto Meléndez en su introducción. Y a investigar esos recovecos, a documentar ese detrás de cámara se aplican los 13 autores con que el editor comparte autoría. No los alienta el afán de denuncia, sino un deseo por entender. Anti–Candidatos puede leerse como “la historia detrás de la cédula de votación que usted tendrá al frente el 10 de abril”, escribe Meléndez. Y si aún no sabemos con certeza qué nombres habrá que tachar de esa cédula, imaginemos lo que nos queda por conocer acerca de cómo hemos llegado hasta ella.

Son particularmente iluminadores los textos de José Carlos Rojas Medrano (“Pa’ bravo yo”. La historia exitosa de Chim Pum Callao en una democracia sin partidos) y Ricardo León (Coca o muerte, postularemos. El ritmo electoral en el VRAE y el Alto Huallaga), que se adentran en dos de las zonas más calientes de nuestro mapa político, donde delincuencia y aspiraciones electorales llevan años bailando de la mano.

Más allá de los resultados del próximo 10 de abril y de la casi segura –nunca hay nada seguro en nuestro país– segunda vuelta, esta campaña será recordada por el enorme protagonismo del Jurado Nacional de Elecciones. Vapuleado por partidos y opinión pública, y más allá de cómo quiera juzgar uno sus decisiones, el organismo autónomo se encuentra preso de unas reglas electorales “dispersas y confusas”, en palabras de Javier Albán y Josefina Miró Quesada, cuyo texto Las dificultades de caminar derecho: las reglas del juego electoral intenta aportar algo de luz sobre nuestra oscura legislación. Intenta porque, pese a la explicación, pareciera que nadie puede moverse con comodidad dentro de este lacerante corsé. Ni candidatos, ni Jurado. Mucho menos nosotros, los ciudadanos.


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