China abrió su economía al mundo en 1978. Esta decisión le permitió alcanzar una tasa de crecimiento promedio de 9.7% en el periodo 1981-2012 y sacar de la pobreza extrema a 680 millones de personas.
Sin embargo, luego de tres décadas de desarrollo sostenido, en el 2014 China registró un superávit comercial equivalente a 1.5 veces el del 2013. Este dato, aparentemente positivo, es en realidad el resultado de un incremento moderado de las exportaciones y un estancamiento de las importaciones como consecuencia de la desaceleración económica.
Sus exportaciones subieron en 6.1%, a 2.35 billones de dólares, tasa inferior a la de 8% del 2013. Así, el motor principal de la aceleración china se debilitó. En paralelo, las importaciones aumentaron en apenas 0.4%, hasta 1.97 billones de dólares, luego de un alza de 7% en el 2013. Estos resultados están muy lejos de la meta inicial de 7.5%. Así, el crecimiento del PBI chino se redujo a 7.3% en el tercer trimestre del 2014, el más bajo en cinco años, y podría descender este año a un nivel nunca visto en un cuarto de siglo.
El Banco Central Chino anunció una reducción de la tasa de interés de referencia en noviembre pasado. Los expertos apuestan por nuevas acciones de flexibilización monetaria para continuar estimulando la economía.
China enfrenta las limitaciones del modelo económico elegido. El desarrollo alcanzado se basó en la importación de materias primas que le sirvieron para sustentar el auge de sus exportaciones. La sobredimensionada tasa de inversión, con un claro sesgo estatal, no le importó demasiado que fuera rentable o sostenible. China tiene un largo camino que recorrer para convertirse en una economía de mercado dinámica. Aún ocupa el puesto 115 entre 152 economías en el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser.
Para lograrlo, China tiene que tomar importantes decisiones que le permitan transitar hacia una economía liderada por el consumidor y la empresa privada. Esto requiere la liberalización de los mercados financiero y laboral, así como la eliminación de las empresas estatales ineficientes y proseguir con la conversión del yuan en moneda internacional. Además de este conjunto de medidas imprescindibles, se requiere reducir el actual nivel de corrupción en el gobierno.
Así, de aplicarse con éxito estas reformas, conforme señalan los expertos, China mantendrá su estatus como motor del crecimiento mundial en las próximas décadas.
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