1).- En una verdadera democracia, el avance de la confrontación entre izquierda y derecha –programática, de asentamiento social y estrategias– se reflejará en las elecciones. Su resultado, cuanto más democrática sea una sociedad, expresará la síntesis de las fuerzas acumuladas en la larga lucha de intereses en disputa.
2).- La derecha busca apropiarse de las banderas de la izquierda. En realidad, la batalla es desigual, ya que el poder económico es casi siempre el sostén de la derecha. Y es una batalla política, entre minorías activas, que se mide en el campo electoral. Donde la gran masa de votantes, mayorías pasivas, son parte del conglomerado llamado “centro político”.
3).- Por eso, ahora, hasta se vuelve a hablar de “revolución” social, educativa, de la salud, etc. Lo radical deja de ser sinónimo de desorden y se le utiliza hasta en mensajes presidenciales dizque para buscar resolver “desde la raíz” una injusta situación. De ahí que quieran negar la existencia de la díada derecha-izquierda; tapan con parches los problemas, los que regresan agrandados. Quieren “cambiar para que nada cambie”.
4).- En nuestro país, la izquierda –si quiere gobernar– tiene que seducir políticamente al centro. Convertirlo en el espacio de disputa entre los que buscan defender el statu quo a favor de la derecha y ganarlo para el verdadero cambio. No ser furgón de nadie, sí protagonista en la construcción del centro-izquierda. La derecha busca aislarnos del centro político. En EC-20/2/17, Luis Bedoya Reyes, patriarca del neoliberalismo, declara: “Para ser un auténtico de izquierda hay que ser cada vez más rojo, sino no vale la pena”. Temor a que la izquierda converja con el centro.
5).- Superar el estéril debate entre la izquierda. Avanzar con decisión proponiéndonos ganar el 2021.
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