1).– El apoliticismo universitario reinante – respuesta equivocada al extremismo partidario de antaño– se ha convertido en el pretexto para incumplir su importante rol de apoyo a la comunidad. Cosa que se agrava ante su ausentismo en situaciones críticas como la de los desastres naturales.
2).– Antes, cuando el número de universidades se contaban con los dedos de la mano, la situación era otra. En la Universidad de Ayacucho, donde tuve el privilegio de estudiar y enseñar durante 17 años, se hizo una intensa labor social –alumnos y profesores– reconocida y felicitada por toda la comunidad y sus autoridades.
Su primer rector –en la reapertura de 1959– fue el comandante ® de la Marina e historiador Fernando Romero Pintado.
3).– Actualmente, 133 universidades cuentan con 950 mil estudiantes. Para muchas, pareciera no importarles los problemas de la comunidad. En respuesta, los pobladores las sienten encapsuladas y de allí su falta de legitimidad. Los egresados no muestran compromiso social, imperdonable en países como el nuestro.
4).– Hoy, la actuación del Estado también es culpable. En 1963 –primer gobierno de Fernando Belaunde Terry– se formó ‘Cooperación Popular Universitaria’.
Los estudiantes iban a las comunidades y poblados, apoyándolos en la resolución de sus problemas, con sus conocimientos técnicos y solidaridad social. También, durante la dictadura militar 1968-75, se convocaba y facilitaba la participación de los universitarios en apoyo a las diferentes áreas de la reconstrucción de Huarmey y Chimbote, así como Huaraz y otros pueblos de la serranía de Áncash, destruidos por el terremoto y alud de 1970. Regresaban, habiendo aprendido de un mundo hasta entonces desconocido.
5).– No desperdiciemos el saber ayudar a los pobladores y, de paso, enriquecer a las universidades.
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