22.NOV Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

1).- Nuestra democracia es débil y contaminada. Débil, porque solo en la cola del día de las elecciones todos ejercemos el mismo derecho. Contaminada, ya que nos hemos acostumbrado a ver que el poder del dinero manda. Se dice “falta institucionalidad”. No lo creo, la tenemos, pero al servicio de los de siempre, aunque se perciben ciertas islas de honestidad y un espíritu de cambio.

2).- Los conflictos sociales expresan, a borbotones, la justa protesta, pero también el desorden y mucha violencia. No hay que idealizarlos, también contienen no poco de lo viejo. Por eso, es gravitante abordarlos como una oportunidad para avanzar, pero que conlleva muchos riesgos.

3).- La mitad de los conflictos ocurren en el sector de la minería (55% de las exportaciones y 15% del PBI). En algunos casos, la dinámica y poder avasallador de la empresa (triquiñuelas, etc.), enfrentada a las expectativas de los poblados aledaños, es la base del conflicto. El resentimiento se convierte en desbordada y masiva ira. Además, se percibe que el Estado no es neutral sino que favorece a la empresa aunque, a veces, le endilga sus propias obligaciones.

4).- La intervención policial con apoyo del Ejército, con muertos y muchos heridos, controla el desorden y extrema violencia, pero no resuelve el problema. Tampoco un diálogo impuesto e improvisado. Conga y Tía María son paradigmáticos ejemplos. ¡Agro sí, mina no! se impuso, convirtiéndose en una bandera de dignidad local, terminando así con toda discusión.

5).- Sin embargo, también hay las ‘lentejas’ de Pepe Julio Gutiérrez (Islay), los solapas aprovechadores que ofrecen alquiler de maquinaria, alimentación para los obreros en el futuro campamento, etc. Es el lado feo que utiliza la protesta en beneficio propio. ¿Y los muertos?


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