Hagamos un paréntesis en medio de la historia de Milett para prestarle atención a algo más importante: nuestro país se está yendo directamente al infierno. Con la misma rapidez que el país se llena de edificios y centros comerciales, crece también el caos y la deshumanización. En Jesús María, el tamalero de la cuadra se aprovechó de un hombre para secuestrarlo durante dos años y despojarlo de todas sus propiedades. Al menos tuvo la decencia de no asesinarlo. Diferente suerte corrieron dos guardianes de un colegio en SJL, que fueron acribillados porque la dirección del plantel se negó a pagar cupos. Las mafias de construcción civil son un club de jubilados al lado del gremio de estibadores que amenaza de muerte a los directivos de la empresa portuaria porque no les da la gana de ser controlados. Los ancianos del Fonavi confían en un don nadie que les pide colaboraciones “voluntarias” con la excusa de ayudarlos. En Islay, policías y campesinos se matan mientras que el delincuente que dice representarlos pide por lo bajo millonadas a la Southern para controlar el chongo. Un congresista dueño de un centro de estudios es acusado de colocar a sus empleados en puestos públicos. Amiguitos, no es broma, si no escogemos mejor en la próxima elección, vamos directo de Tía María a Tijuana.
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