Cuando era niño y llegaban las Fiestas Patrias, la preocupación de mi mamá era poner la bandera en la fachada. No lo hacía por patriota, lo hacía porque no quería que le pusieran multa.
Treinta años después, mi productora de Radio Capital se preocupa en engancharme un prendedor –escarapela– antes de cada emisión porque dice que así se lo han ordenado. Soy peruano, pero nunca he sentido ni la necesidad ni la obligación de pintarme de rojo y blanco para celebrar mi peruanidad.
Seamos sinceros, un evento como la Parada Militar no ayuda mucho a formar identidad, ¿o sí? Hoy tenemos menos razones que nunca para celebrar algo. ¿Cómo la patria podría estar de ánimo para fiestas si sobrevive gobernada por ladrones, corruptos e incapaces? Por autoridades que únicamente velan por sus propios intereses… Un país con líderes que no representan a nadie. Estudiantes universitarios que no tienen idea de por qué es 28 de julio el día del tono.
Un país secuestrado por la delincuencia no puede tener ganas de bailar. Es responsabilidad de cada uno de nosotros, peruanos, trabajar por un país mejor hasta que por fin, algún día, consigamos tener motivos suficientes para celebrar como se debe una fiesta por la patria.
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