Keiko Fujimori sigue siendo favorita, pero por primera vez hay razones fundadas para pensar que puede no ser presidenta en el 2016.
Como se sabe, las posibles segundas vueltas ya no le sonríen (salvo con Alan). Influye el azar. El caso Guzmán, que pudo nunca darse, la ha afectado significativamente. El desembarcado candidato la ha responsabilizado de su salida, señalando que ella manipuló esta decisión, como una maniobra para sacar de juego a quien podría ganarle. Se refería a que dos encuestas habían encontrado que, de darse en ese momento la segunda vuelta, entre ambos habría habido una reñidísima disputa por la presidencia.
No hay evidencia concreta del fraude denunciado (si de despelote, contradicciones, lentitud, ambigüedad, etc.), pero un sector importante así lo piensa y ha regresado con fuerza el anti fujimorismo que Keiko quiso disminuir, con mucho esfuerzo y cierto éxito, durante los meses y hasta años previos. Pero además del azar está el hábito. El fujimorismo ha sido, por más de 20 años, un movimiento clientelista y pareciera que se aplica con ellos el dicho aquel de la gallina que come huevo.
¿Cómo entender, si no, que haya tantos fujimoristas en situaciones comprometedoras por dar dádivas, incluyendo a la propia candidata?
¿Cinco años preparándose para esto y no hubo una directiva clara de cumplir la ley al 100%? Especialmente ellos, a quienes los mirarían con microscopio, por historia y por ubicación en encuestas.
El solo hecho de que se discuta y esté por definirse en el jurado si Keiko queda o sale, da cuenta del monumental error que cometieron. Dice Chlimper que no la pueden sacar porque la virgen la ayudó y no tocó los sobres. Más allá que la ley prohíbe, también, que terceros lo hagan por ti, el que tengan hoy que encomendarse a la virgen da cuenta de que la situación para ellos, no es para nada la misma que hace un mes.
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