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Felicitaciones al presidente de IPAE, Gonzalo Aguirre, y al presidente del Comité Organizador del CADE 2014, Pablo de la Flor, por la organización y –sobre todo– los resultados de este evento. Siéndome difícil hacer un balance objetivo, por el aprecio personal que les tengo a Gonzalo y a Pablo, a quienes admiro hace mucho por sus aportes al desarrollo nacional, siempre son útiles las reflexiones.
Dicho esto, y antes de resumir el CADE 2014, quisiera enfocar un aspecto que se vuelve recurrente en los CADE; la percepción apriorística “todos los CADE son lo mismo”: una reunión de empresarios que se dicen lo que ya saben (o quieren oír), ministros que desfilan, dicen cuatro obviedades y se regresan a Lima, y un par de oradores claves para hacer sentir que algo se le sacó al ticket. Dije apriorística porque esos comentarios los escuchas antes de que se produzca el evento, y es cierto; llegué a Paracas el miércoles al mediodía y para la tarde ya me preguntaban qué opinaba del CADE. La respuesta es siempre la misma: no le pidamos al CADE lo que no podrá (y tal vez no debería) pretender entregar. CADE es un evento que busca acercar a empresarios con los hacedores de políticas públicas, la academia y otros actores a fin de entender la problemática, las perspectivas y encauzar –de esta manera– sus planes futuros. Además, los CADE fomentan áreas temáticas de desarrollo (innovación, lucha contra la pobreza, etcétera), así como sueños, tal como se hizo este año.
¿Podría el CADE hacer más? Sin duda; todo es perfectible, pero no por ello dejemos de aceptar que este evento es, a niveles globales, un gran ejemplo. No podemos comparar el CADE a un evento internacional, como el Foro Económico Mundial de Davos, por ejemplo, por muchas razones (en cuanto al programa; en cuanto a la organización, CADE no tiene qué envidiar al foro), pero no por ello debemos desmerecer este esfuerzo local: trata temáticas específicas de los peruanos, con expertos nacionales e internacionales, con la participación del sector público y el apoyo de grandes académicos. Es una apuesta audaz y creo que sus resultados deben ser contemplados en dicha medida.
A diferencia de otros CADE, este se propuso partir por hacer un balance, un arqueo de los planteamientos realizados en el CADE 2013. Para el poco tiempo destinado a ejecutar los mismos, el avance es positivo en tres de siete propuestas. Este año, en Paracas, se realizaron propuestas muy interesantes a través de las mesas temáticas (crimen organizado y seguridad ciudadana, facilitación de inversiones, sistema judicial, descentralización, educación, infraestructura y, finalmente, diversificación productiva). Si revisamos las mismas, notaremos que este CADE tuvo como preocupación central el desarrollo del Perú desde sus mayores ineficiencias: institucionales y productivas. ¿Empresarios discutiendo sobre seguridad ciudadana, administración de justicia y corrupción? Pues ahí lo tienen, y no fue un paseo por la playa. Se reportaron cifras dramáticas, se expresaron preocupaciones ciudadanas (por encima de las crematísticas), y se hicieron críticas de manera abierta, sin pasar por agua tibia las que tocaban a sus participantes. Esto es alentador, y me atrevo a creer que puede servir de parteaguas. La presentación del ministro Urresti y las reacciones de parte de los asistentes, por ejemplo, fueron muy criticadas al día siguiente, cuando las aguas bajaron y se pudo percibir con mayor tranquilidad la realidad de aquel espectáculo. Tal vez por ello la presentación del ministro Saavedra fue tan aclamada; por un lado, por la calidad de la misma, y, por otro, porque se entendía la diferencia entre una y otra.
Muchas propuestas interesantes se hicieron a lo largo de las siete mesas. Tal vez las más importantes las del Dr. Enrique Ghersi en el plano de la reforma judicial y las del presidente de AFIN, Gonzalo Prialé, respecto a nuestra brecha de infraestructura. Si no empezamos a reflexionar sobre nuestra precariedad institucional y acercamos, como sociedad, alternativas de reforma, nunca dejaremos la denominación de subdesarrollados. Igual es con la infraestructura: nuestra brecha es muy grande y ponernos al día implicará un programa de largo plazo, basado en un portafolio óptimo y mayor transparencia.
El reto del CADE es no caer en la complacencia, y eso lo está logrando. Si alguna mejora pudiera aportar, es aprovechar el espacio para generar mesas de trabajo (que se pueden hacer, como en el foro de Davos, en paralelo al evento principal), donde los tres sectores (público, privado y academia) revisen propuestas y planteen soluciones.
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