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Opinión

Al igual que 2013, este año la inversión privada no será el motor del crecimiento como lo fue por una década.

Roberto Abusada,Uso de la palabra
Economista

A cercarse a una predicción razonable de lo que nos espera en el año que empieza es imposible e inútil. La interacción de las esferas económica y política nos dispensará un nivel de incertidumbre inmanejable.

En la economía podríamos, quizás, tener cierta seguridad sobre algunos temas importantes. Primero, al igual que en 2013, este año la inversión privada no será el motor del crecimiento como lo fue por una década. En el mejor de los escenarios, se espera que el ritmo de crecimiento de la inversión privada sea similar al del PBI y, por tanto, la inversión total como proporción del PBI dejará de crecer. Segundo, se terminaron los años de superávits fiscales. Este año tendremos un déficit del orden del 0.5% del PBI que irá aumentando en los siguientes dos años, aunque, con algo de suerte, no de manera preocupante. Tercero, las políticas fiscal y monetaria serán francamente expansivas. El BCR, más allá de su función oficial de mantener la inflación dentro del rango meta, seguirá mirando con el rabillo del ojo la evolución del tipo de cambio, y ahora agregará la tasa de crecimiento de la economía a la lista de sus preocupaciones. Mientras tanto, y a pesar de la reciente aprobación de una nueva ley de responsabilidad fiscal el gobierno central, los gobiernos regionales y locales acelerarán su ritmo de gastos motivados por el ciclo electoral.

De otro lado, la esfera política en 2014 se estrena saturada de incertidumbre lo que, sin duda, hará a los eventos económicos tanto más impredecibles. Somos muchos los que hemos hecho notar que el crecimiento del año pasado estuvo afectado innecesariamente por eventos negativos que generó el propio gobierno. Hoy, cuando tocaba ser más reflexivo en cuanto a acciones y gestos presidenciales en aras de restaurar el ambiente de confianza económica y disipar el crispamiento político, surgen, de la nada, el conflicto con el grupo periodístico más importante, declaraciones preocupantes respecto de la seguridad ciudadana y el emblemático proyecto Conga, además del nombramiento de la esposa del Presidente como jefe del Partido Nacionalista, acto que no hace sino aumentar la suspicacia respecto del apetito del gobierno por permanecer en el poder más allá del 2016. Súmese a todo esto, la inusitada pérdida de brillo de un premier que acaba de ocupar un cargo que en su momento despertó expectativas positivas.

Creo que el Gobierno enfrenta dos caminos excluyentes a seguir en la segunda mitad del régimen. Un camino lleva a optar de manera inequívoca y definitiva por el sector privado como el generador de riqueza y así restaurar la confianza e impulsar la inversión privada que reavive el crecimiento. Concentrarse en llevar adelante las reformas de salud y servicio civil. Empoderar al excepcionalmente capaz Ministro de Educación para que empiece a enderezar el sector. Todo esto acompañado del freno a la trifulca con los partidos de oposición.

El otro camino conduce a volcar toda la fuerza del gobierno detrás del proyecto reeleccionista.

No existe oráculo al cual recurrir por una respuesta acerca del camino que transitaremos ni tampoco, creo, existe sumo sacerdote alguno, o Nobel de literatura, que nos revele la respuesta. Peor aún, sospecho que ni el Presidente la sabe.


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