Las madres son generalmente idealizadas como el cúmulo de todas las virtudes, parecidas a esas madres de catálogo, que cuidan de los hijos, llevan un hogar, son felices parejas, y todo sin despeinarse. Los medios de comunicación se encargan de reforzar estas imágenes.
Por el contrario, en el imaginario nacional, los políticos, hombres y mujeres, son satanizados. Ellos encarnan lo peor del espíritu nacional; ya sea por corruptos, cínicos o incapaces, simplemente no dan la talla. Los ejemplos de la realidad sobran para apuntalar estas imágenes.
Las políticas que son madres transitan por ese limbo donde tratan de acercarse a la idealización mariana de la madre y alejarse de la estigmatización de la política. Por ejemplo, quedarán en el recuerdo las imágenes de Keiko Fujimori preparando el desayuno electoral de la última elección. Se notaba que no era su actividad cotidiana, pero ahí la vimos, friendo huevos para toda su familia, escenificando su rol de madre cuidadora, buscando equilibrar la imagen negativa de todo político.
Las mamás políticas seguramente deben sufrir por estar lejos de su familia, dedicadas a ese ingrato quehacer. Cuántas políticas (muchas veces una chamba cama adentro) sacrifican tiempo con sus hijos. La tecnología ayuda, pero no reemplaza.
Tenemos mamás políticas decentes que tienen que enseñar a sus hijos que son figuras públicas sujetas a difamaciones y calumnias. También tenemos mamás políticas que se equivocan y pueden involucrar a su familia en sus líos, incluso a sus propias madres. La mamá de Nadine Heredia está en problemas porque no puede justificar la compra de una casa. Eva Fernenbug fue involucrada en las torpes explicaciones de cómo compraron unos inmuebles los Toledo-Karp. Las mamás políticas son seres humanos, con defectos y virtudes. Feliz día a ellas también.
Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.