Luego de escuchar a abogados penalistas, es meridianamente claro que la justicia ha cometido un exceso con la prisión preventiva de Humala y Heredia, más allá de su probable culpabilidad. Otro exceso de la justicia fue mandar días antes a fiscales al colegio de los hijos de Humala a investigar sobre un viaje al extranjero.
Por un buen momento los niños Humala Heredia deben tratar de recuperar algo de la vida cotidiana robada por los acontecimientos. Nadie se debe meter en su vida. Ya cuando sean mayores les pedirán explicaciones a sus padres por haberlos expuesto a esta situación y por haberlos usado para enmascarar fondos ilícitos en cuentas a su nombre, como indica la Fiscalía. O no lo harán.
Un hito importante en la madurez de los hijos es comprender que los padres son seres humanos, evaluarlos y quererlos en toda su integridad y con todos sus defectos. Ponderar sus defectos, o delitos cuando son delincuentes, es muy difícil. Hace poco los hijos mayores de los torturadores de la dictadura argentina dieron la cara para pedir que sus padres cumplan su condena de cadena perpetua. Su anhelo es que sus padres se arrepientan en un acto final de dignidad.
En nuestro país, qué pasa por la cabeza de aquellos hijos adultos cuyos padres son políticos ladrones, mentirosos o asesinos es un misterio. En la privacidad de sus vidas, los balances que hagan pueden pasar de un amor incondicional sin rendición de cuentas, una negación de los hechos evidentes, una tácita complicidad o un rechazo silencioso a los padres.
Todo quedaría en el ámbito privado, a menos que estos hijos sean figuras públicas o políticos ellos mismos. De algunos es clara su posición respecto a la dura herencia paterna, ya sea reivindicándola o apartándose, otros guardan distancia y otros más parecen cómplices.
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