Hace unos días apareció la encuesta Pulso Perú de Datum, que muestra el perfil ideológico de los peruanos usando la prueba de Nolan, que diferencia grupos de acuerdo a sus respuestas en temas económicos, como los impuestos y las pensiones, y en temas sociales, como el uso de drogas o la libertad de expresión. Según esta medición, en los últimos años, las posiciones centristas se han reducido considerablemente y ha aumentado considerablemente el porcentaje de aquellos catalogados como autoritarios, que pasó de 31% en 2014 a 46% en 2017.
El autoritarismo es un concepto de definición imprecisa. Es necesario distinguir el autoritarismo ciudadano del de las élites. Desde los individuos, el autoritarismo es un rasgo psicológico caracterizado por la sumisión a la autoridad, es decir, el respeto y obediencia a un líder que garantice el orden social; la agresión autoritaria, ya sea física o psicológica a aquellos que desestabilicen el orden social; y el convencionalismo, entendido como el respeto por las costumbres y tradiciones.
A nivel de las élites, el autoritarismo es una actitud que desvalora la democracia liberal y sus instituciones. Líderes autoritarios son aquellos que menosprecian el balance de poderes. Propuestas de “mano dura”, que pasan por encima de derechos individuales, son también reveladoras de líderes con tendencias autoritarias.
La pregunta es entonces si las personas con rasgos autoritarios votan por líderes autoritarios. En América Latina se encuentra que sí, pero la asociación es más resaltante cuando el líder autoritario es de derecha.
Si trasladamos estos resultados a nuestro contexto, podríamos decir que una persona con rasgos autoritarios tendría más probabilidades de preferir a una lideresa como Keiko Fujimori que a uno como Antauro Humala.
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