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Opinión

El 26 de abril se conmemoró el 80 aniversario del bombardeo del pueblo de Gernika, el primero ejecutado, estrictamente, contra población civil, con el objetivo de que todos los resistentes contra las fuerzas franquistas durante la Guerra Civil española (1936-1939) entendieran lo que les ocurriría en caso de no rendirse.

De no ser por Pablo Picasso, quien inmortalizó esta masacre en su famoso cuadro “Guernica”, probablemente pocos historiadores hubiesen tenido éxito en mostrar que la tragedia de este poblado vasco debería ser tomada como el punto de partida para que grandes potencias experimenten sus arsenales de guerra en conflictos internos de otros países, tal como lo hizo la Alemania Nazi (cuya aviación ejecutó el bombardeo de Gernika) y la Unión Soviética de Stalin, que envió armas y asesores a bandos republicanos de extrema izquierda. España fue así el laboratorio en el cual se experimentó con armas de dictadores que se preparaban para un gran conflicto (la II Guerra Mundial).

En su libro Dostoievski en Manhattan, el filósofo francés André Glucks-mann hace referencia a este hecho histórico para el precedente del 11-S en Estados Unidos: “Guernica. Gran estreno. Guernica: ningún objetivo estratégico. Ningún imperativo político que justificara el ataque. Guernica: primera ciudad bombardeada por análisis psicológico”. Inmediatamente se difundió por radio una declaración: “Arrasaremos Bilbao”… y más adelante Glucksmann se refiere a otras ciudades atacadas bajo las mismas premisas: Varsovia en la Gran Guerra; Vukovar en Croacia en 1991; Grozny, capital de la provincia rusa de Chechenia, destruida por órdenes de Putin en 1999, y podemos agregar hoy a Alepo (Putin-Al Assad); Palmira por ISIS, etc.

Todo comenzó con Gernika…


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