Hace dos semanas, un adolescente se inmoló durante la ceremonia de bodas de una pareja kurda en el peor de los atentados de los últimos tiempos ocurridos en Turquía. Todo apunta a que el Estado Islámico (EI) es el responsable del ataque, pero los kurdos –pueblo milenario sin Estado propio– no solo sufren por el islamismo radical, sino también por los gobiernos que los discriminan en los cuatro países en donde viven la mayoría de ellos: Irán, Iraq, Siria y Turquía.
Desde el fin de la I Gran Guerra, los kurdos se asentaron en el Medio Oriente entre el siglo X y VI a. C., antes que los persas (iraníes), árabes y turcos. A pesar de su larga historia en la región, los kurdos solo han gozado autonomía en el norte de Iraq después de la invasión estadounidense a Iraq hasta que el EI se apoderó de buena parte de ese territorio, causando masacres y un desplazamiento masivo de su población convertida en refugiados. Hoy, milicias iraquíes y sirias son las principales fuerzas que combaten contra el EI con la ayuda de los bombardeos de los países de la OTAN.
En el sudeste de Turquía, en donde vive un 40% de los 35 a 45 millones de kurdos del mundo, no se les permite preservar su idioma, cultura y estudiar su historia, en un intento de asimilarlos a un nacionalismo turco excluyente. Hoy, el gobierno de Erdogan intenta luchar en paralelo contra el PKK de su país, contra las milicias kurdas sirias y contra el EI, lo cual impide un “matrimonio” con quienes deberían ser sus aliados contra islamistas radicales enemigos de turcos y de los kurdos, que, al parecer, están destinados al funeral de muchos de sus compatriotas y de sus aspiraciones nacionales.
(arielsegal@hotmail.com)
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