Tras el anuncio de la Casa Blanca, a fines de marzo, de que su prioridad principal es la lucha contra el Estado Islámico y ya no la dimisión de Al Assad, ciertamente al dictador sirio no le convenía utilizar bombas biológicas contra sus enemigos. Pero a Putin, quien controla al régimen sirio –para mantener los intereses geopolíticos y comerciales de Rusia en ese país– podía beneficiarle que Al Assad volviese a ser persona non grata en una futura participación de Estados Unidos en las negociaciones que Moscú auspicia para una Siria de posguerra. ¿Significa esto que Putin dio la orden al tirano sirio de usar armas biológicas? Es solo una hipótesis, pero, ciertamente, posible.
Trump ordenó ejecutar un ataque limitado contra Siria, quizá algo conmovido por las terribles imágenes de la barbarie, pero no debemos descartar que le convenía tomar acciones contra un régimen aliado a Putin en momentos en que sus asesores son investigados por posibles conexiones con Moscú, en el escándalo de espionaje al Partido Demócrata para ayudar al magnate a ganar las elecciones.
Es posible que el ataque, siendo limitado y anunciado previamente a Rusia, fuera acordado entre Trump y Putin para que el primero pudiese deslindar del segundo y facilitar, a mediano plazo, el acercamiento político entre ambos gobiernos. Si ese fuese el caso, las fricciones diplomáticas de las dos potencias serían un show mediático. La misma doble (i)lógica (cumplir promesas electorales y distraer la atención de problemas domésticos) puede estar vinculada a la decisión de lanzar una súper bomba a ISIS en Afganistán y acrecentar las tensiones con Corea del Norte.
En política hay contradicciones que lucen tan contradictorias que no lo son. (Aquí, filosofando…).
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