Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com
De las mencionadas, quizá la palabra clave sea ‘necesaria’, porque significa un esfuerzo para poner fin a una lógica de muerte y permanente desgaste de recursos.
El presidente Santos ha conseguido el apoyo de la cúpula militar y ha dicho que gracias a su trabajo se abre la posibilidad de “llegar a un final feliz”. Al mismo tiempo –siendo como es, bastante realista–, ha insistido en que las acciones militares continuarán mientras no se llegue a un acuerdo final.
El punto central de la agenda es la tierra y la consiguiente reforma agraria, asunto que dio origen a la violencia política colombiana. A este punto central se sumarían otros cinco: participación en política, fin del conflicto, solución al problema de las drogas ilícitas, víctimas y reparación, verificación y refrendación. Los principales adversarios de este esfuerzo serían, como señala el escritor y periodista colombiano Antonio Caballero (Semana, 6.9.2012), “los extremistas de las partes, que no quieren la paz. La extrema derecha del establecimiento, representada por (el expresidente) Uribe y sus adláteres, y la extrema derecha de la guerrilla, que también tiene la suya, representada, al parecer, por Iván Márquez”.
El momento de la negociación se justifica porque, según evalúa Caballero, se combina un debilitamiento de la guerrilla y una recuperación de la iniciativa militar del Estado con un crecimiento de la “inequidad que alimenta el rencor” y el desempleo “que crea la mano de obra disponible para la violencia”. Como dice agudamente Gaviria, este arriesgado esfuerzo es compatible “con lo poco que queda de actitud política de una guerrilla que de manera creciente se ha dedicado al narcotráfico como al terrorismo y a la violación de los derechos humanos” (Semana, 6.9.2012).
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