Guillermo Niño de Guzmán,De Artes y Letras
Escritor
Aunque mi candidato para este año era Cees Nooteboom, el Nobel de Literatura ha sido otorgado a la canadiense Alice Munro. Había apostado por Nooteboom no solo porque es un soberbio prosista menos cautivante por sus ficciones que por sus crónicas de viaje y textos intimistas sino porque hasta ahora ningún escritor neerlandés ha merecido el codiciado galardón (cosa que llama la atención si se considera que las principales lenguas europeas han sido honradas por la Academia). Pero ya se sabe que los suecos son impredecibles y caprichosos, y que a veces les gusta sorprender con autores insospechados. No obstante, habrá que reconocer que en esta ocasión han dado en el blanco, pues Alice Munro es una de las cuentistas más deslumbrantes de nuestra época.
Los retratos nos presentan a una señora de cabellos blancos y mirada limpia y risueña, imagen que no parece corresponder con la que solemos hacernos de los escritores. Sin embargo, ese semblante esconde a una artista poderosa, capaz de bucear en los entresijos más oscuros del alma humana y de transformar las peripecias de la gente corriente en vidas extraordinarias.
Nacida en un pueblo de Ontario en 1931, Alice Munro creció en una granja, en una familia de escasos recursos, bajo unas condiciones que recordaban más el siglo XIX que el XX. Aun así, consiguió entrar en la universidad, donde se enamoró de un compañero de aula, con el que se casaría a los veinte años y tendría tres hijas. Esto la obligó a dejar los estudios y asumir tareas domésticas. Por fortuna, su necesidad de contar historias era muy fuerte y, al cabo de un tiempo, se las arregló para escribir mientras sus tres hijas hacían la siesta. La literatura sería su vía de escape para superar las limitaciones que encontraba en el ámbito rural y en su situación personal. Sus excepcionales dotes de narradora y su imaginación harían el resto.
Alice Munro es una maestra del cuento largo y ha escrito una docena de libros, todos ellos muy buenos (Las lunas de Júpiter, Secretos a voces, Escapada, etc.). Sus narraciones son una suerte de novelas concentradas, ya que abundan los sucesos y las tramas abarcan largos periodos del recorrido vital de sus personajes. En ese sentido, su destreza es prodigiosa. Se vale de una prosa sencilla aunque penetrante para referir pequeños dramas de individuos comunes, quienes luchan por librarse de las frustraciones que socavan su existencia cotidiana. Como les ocurre a ustedes y a mí, queridos lectores.
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