De Pío a Clemente, pasando por Pablo o Simplicio, el futuro papa debe elegir el nombre con el que regirá los destinos del la Iglesia Católica, que en los últimos tiempos ha estado inspirado en uno de sus predecesores.
El ritual secular del cónclave prevé que el sucesor del trono de Pedro adopte un nombre inmediatamente después de haber sido elegido.
El nombre se anuncia menos de una hora después de la fumata blanca que informa al mundo de la elección de un nuevo Pontífice, precedido de la protocolaria fórmula en latín: “Annuntio vobis gaudium magnum, habemus papam”, proclamada desde el balcón del palacio apostólico.
TRES FORMAS DE ELEGIRLO
“Lo escoge libremente la persona elegida, y es el único que puede explicar por qué lo ha hecho”, explicó el portavoz del Vaticano, Francisco Lombardi.
La tradición indica que puede usar la forma latinizada de su nombre real, o el nombre de algún predecesor, o el nombre de un santo.
El 266º papa de la historia, que saldrá de este cónclave, tendrá un amplio abanico de posibilidades para elegir entre sus predecesores.
En 2005, el ahora papa emérito, el alemán Joseph Ratzinger, adoptó Benedicto XVI por devoción a Benedicto XV, el papa de la paz durante la Primera Guerra Mundial.
Veintisiete años antes, el polaco Karol Wojtyla eligió Juan Pablo II como tributo a Juan Pablo I, su antecesor, fallecido poco antes tras sólo 33 días de pontificado.
NOMBRES VETADOS
Una de las principales excepciones es el nombre de Pedro, fundador de la Iglesia, considerado tabú. Otros nombres tienen ahora connotaciones negativas, como Celestino, un ermitaño que renunció al cargo en 1294, algo que no volvió a ocurrir durante siete siglos, hasta la renuncia de Benedicto XVI el pasado 28 de febrero.
O Pío, después de Pío XII, a quien algunos historiadores acusan de haber mantenido un silencio cómplice sobre el Holocausto de los judíos perpetrado por la Alemania nazi.
Pío es sin embargo el séptimo nombre más utilizado por un papa en la historia de la iglesia, sólo detrás de Juan (21), Gregorio (16), Benedicto (16), Clemente (15), León e Inocencio (13).
Pero hay otros nombres más inhabituales como Simplicio, Zacarías o Teodorico.
En todo caso, es probable que cualquier purpurado que aspire a suceder a Benedicto XVI ya debe haber pensado en esta cuestión.
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