El cónclave que se reúne desde este martes en el Vaticano es una asamblea de cardenales regida por reglas muy estrictas, durante la cual los purpurados se aíslan del mundo exterior para evitar presiones hasta haber elegido a un nuevo Papa.
La palabra “cónclave” viene del latín, “cum clavis”, y significa precisamente “bajo llave”.
El sistema de encerrar a los purpurados tiene vigencia desde el Concilio Lyon II (1274).
Son 115 cardenales de menos de 80 años de los 117 que componen el cuerpo electoral se encerrarán en el recinto de la ciudad del Vaticano, declarado zona de Cónclave.
Previamente, todo el colegio cardenalicio, incluidos los mayores de 80 años, habrá celebrado las llamadas congregaciones o asambleas para debatir sobre el estado de la Iglesia y definir el perfil del sucesor de Benedicto XVI, tras su histórica renuncia el 28 de febrero.
El nuevo Papa será elegido en una de las votaciones que se llevarán a cabo en la Capilla Sixtina.
Durante el Cónclave, los cardenales tienen prohibido la comunicación con el exterior, sin teléfono ni computadoras. No podrán enviar por ende mensajes electrónicos ni alimentar sus cuentas en las redes sociales.
VIGILANCIA ELECTRÓNICA
El Vaticano ordenó incluso una limpieza electrónica para detectar cualquier posible mecanismo transmisor o receptor camuflado en el ámbito de la clausura y colocó un aparato que restringe las señales de radio dentro de la Capilla Sixtina y las áreas próximas a ella.
Al comienzo del cónclave, los cardenales hacen un juramento de silencio. Además de los purpurados, todo el personal de servicio que tiene acceso a ellos deberá jurar que mantendrá el secreto sobre todo cuanto tenga relación con las reuniones, so pena de excomunión.
El cónclave comenzó con una misa votiva “Pro eligendo papa”, tras la cual los cardenales se dirigirán en procesión hasta la Capilla Sixtina, lugar de la elección, cantando el “Veni Crator “ para invocar la asistencia del Espíritu Santo, según la Constitución Apostólica.
Allá, el maestro de ceremonias pronuncia el “Extra omnes!” (“Fuera todos”, ordenando que salgan aquellos que no tengan nada que ver con la elección). Las puertas se cierran y quedan bajo la protección de Guardias Suizos.
Para ser elegido, un cardenal necesitará una mayoría de dos tercios, es decir de 77 votos. El voto es secreto. Los cardenales no tienen derecho a abstenerse ni a votar por sí mismos.
En la Capilla Sixtina se celebrarán dos votaciones matutinas y dos vespertinas. Dos veces al día, una después de cada tanda, las papeletas se queman.
El color de la fumata o humareda que saldrá de la chimenea anuncia al mundo el resultado: negra si no se han logrado los votos requeridos y blanca si se ha elegido Papa.
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