Mónica Delta,Opina.21
El 2013 ha sido un año de mucho ruido político y, en general, provocado por la impericia del gobernante y de su círculo más cercano. Dos años y medio nos parece excesivo y perjudicial para el aprendizaje político. Queda claro que al jefe de Estado no le ha salido a cuenta la confrontación y los frentes innecesarios: Repsol, reelección conyugal, fuerzas policiales, López Meneses, etc. La comprobación está en que, de un respaldo ciudadano de más del 50 por ciento al comenzar el 2013 haya perdido más de la mitad de ese apoyo. Comienza un periodo crucial. En 2014 el Perú necesita un nuevo impulso para retomar su velocidad de inversión. En el último trimestre solo ha crecido poco más de dos por ciento en el sector privado. Tenemos una brecha en obras de infraestructura (acumulada) de cerca de US$90 mil millones y hay más de US$22 mil millones en proyectos de capital minero que están trabados. La economía del país no es mala, es más bien auspiciosa. Es más, ya comenzó a revertirse la crisis internacional y la economía en China no se ha desacelerado como se había temido. La optimización de nuestro crecimiento está en nuestra cancha, pero no es automática. El presidente es una pieza fundamental para generar confianza, pilar de cualquier inversión. No puede desperdiciar el encargo que el país le ha dado al elegirlo, en sus revanchas personales y en sus ancestrales batallas ideológicas. El país no se lo perdonaría. La grandeza de un líder está en su capacidad de ponerse por encima de sus propias pasiones y bajezas. Ese es el reto. ¡Feliz año!
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