La preparación para afrontar el año escolar no se limita a las mochilas, los cuadernos y los libros de texto. La lista de útiles suele ser la mayor preocupación de los padres antes del inicio de clases, una labor tan demandante en términos financieros y emocionales que, una vez cumplida, hace que los padres respiren hondo y sientan que están liberados. “Uff, por fin se acabó”, suelen pensar algunos. Pero no es así. De hecho, la verdadera preocupación recién empieza.
Los hijos en edad escolar necesitan supervisión, por más que sean muy inteligentes o que hayan demostrado ser responsables. Lo peor que pueden hacer los padres es desentenderse del progreso académico de sus hijos y enterarse del mismo a fin de año. El monitoreo regular es positivo por dos razones. Uno: si el niño está rindiendo de manera adecuada, el padre tiene la oportunidad de felicitarlo y estimularlo para que siga así. Ese espaldarazo resulta vital para reforzar la autoestima. Dos: si el niño presenta algún problema en alguna materia, es posible tomar las medidas correctivas a tiempo. Poco o nada se puede hacer cuando, en noviembre, papá o mamá descubre que el hijo está a punto de repetir el año. Converse con sus hijos y programen un momento a la semana, por lo menos, donde puedan dialogar acerca de cómo van en el colegio. Así evitarán sorpresas a fin de año.
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