Mauricio Fernandini,Conductor de TV
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Mauricio Fernandini es uno de los pioneros del periodismo gastronómico en el Perú. Con 10 años explorando este terreno, hoy hace 20 lucas (D, 12 m., en Frecuencia Latina), uno de los programas más originales de nuestra televisión. Pero Mauricio, también es un gran bailarín: hace dos años ganó el Concurso Nacional de Marinera y hoy se prepara para ganar una nueva corona.
¿Ser campeón de marinera es tu logro más importante?
La marinera me ha dado mucho más que un título nacional. Me ha dado la posibilidad de encontrarme con un universo de gente apasionada, que ama esta danza y que todo lo hace por cariño. Por eso, estoy muy agradecido con el universo que me ha permitido transitar la marinera.
¿Qué particulariza al mundo de la marinera?
El baile es una herramienta de supervivencia y de huida hacia una galaxia donde yo, al menos yo, me siento feliz. En los tres minutos que dura una marinera todo lo malo desaparece: la angustia, la injusticia, la discriminación; en esos tres minutos soy inmensamente feliz y me transporto a una galaxia donde me gustaría quedarme. El problema es que ese universo no es real, luego hay que pagar el teléfono, la luz, el agua (ríe). Yo asumo lo que soy sin temores. Por ejemplo, soy exhibicionista, de lo contrario no bailaría en un coliseo con 10 mil espectadores; de lo contrario no bailaría en un show de Eva Ayllón.
¿Te gusta competir o bailas solo por placer?
Soy muy responsable, y si asumo un compromiso, lo cumplo. Mi vida está estructurada en proyectos y en compromisos: si me comprometo a algo trato de hacerlo lo mejor posible.
La marinera es coqueta…
En la pista está tu alter ego, alguien que muestra cómo te gusta ir por la vida: con clase, con pasión, con sensualidad, con intensidad. Bailar significa saquearse a uno mismo, poner sobre la piel nuestras emociones. Que la gente baile marinera me produce mucho placer.
Después de ser campeón de marinera, ¿qué?
No me he dado al abandono, sigo entrenando. Tengo 47 años y la categoría que me toca bailar es la ‘master’, que es para gente de más de 49 años. En dos años, como decía Soda Stereo, me verán volver (risas).
¿Te gusta el periodismo?
Yo no sé qué te hace periodista. A muchos nos cuestionan no someternos al titular del día, a quienes escapamos de la cotidianeidad. Yo no estoy en un cuadro de comisiones ni sigo devotamente la actualidad, pero disfruto mucho contar historias. Ahora, me tiene sin cuidado si me consideran o no periodista; yo no presumo de nada. Soy feliz de lo que he logrado en mi vida, todo me ha costado mucho esfuerzo, nadie me ha regalado nada, no le debo nada a nadie, por eso estoy orgulloso de mí mismo: de mi campeonato de marinera, de mis reportajes, de 20 lucas. ¿Soy periodista? No lo sé, pensar en eso me da flojera (risas). Hay gente que me dice: “¿Cuándo vuelves a hacer periodismo? Ya deja los programas de cocina, vuelve a hacer un programa serio”. Repito, yo quiero ser feliz, y los espacios que se parecen a la felicidad son escasos: 20 lucas, a veces, se parece a la felicidad.
¿Por qué te alejaste del periodismo de actualidad?
Porque sumaban más las frustraciones que las satisfacciones. El periodista está sometido a muchas presiones, siempre hay intereses en juego. Yo me sentí mejor lejos de esto, en un mundo, como la gastronomía, que disfruto: en mi familia, toda ha girado alrededor de la cocina.
¿Cómo evalúas el boom de la gastronomía peruana?
Empecé a hacer programas gastronómicos en 2003. Recuerdo que entrevisté a Arzak, a Ducasse. Empecé con los monstruos y hoy hago crónicas cotidianas, sobre la gente del mercado. La cocina es un vehículo integrador, nos ha permitido ‘reconocernos’; este es su gran aporte, alrededor de una buena mesa costeños, serranos y selváticos; empleados y empresarios; productores y comerciantes, nos podemos mirar horizontalmente.
¿No sientes que hay una sobrevaloración de la gastronomía?
Todos somos muy entusiastas, todos somos muy apasionados, todos nos estamos dando ánimos porque encontramos en lo gastronómico una representación de muchos aspectos de nuestra cultura que tienen la necesidad imperiosa de ser reivindicados. Venimos de muchos años de tristeza –terrorismo, hiperinflación– y, de pronto, en la cocina encontramos un vehículo que nos hace sentir orgullosos de lo que somos. Yo soy uno de estos apasionados, y detesto el rol del pinchaglobos.
Te gusta la gente, ¿no?
Me conmueve el esfuerzo de cualquier ser humano por sobrevivir. Cuando piensas que todo está perdido y te pones escéptico, de pronto aparece una historia cotidiana que resulta sobrecogedora. Yo no salgo a hacer mi programa con la intención de realizar un homenaje al ciudadano anónimo, pero, al final, me encuentro con historias que me sobrepasan y estas historias se imponen.
AUTOFICHA
- Si no fuera chiclayano no sería feliz (risas). Parafraseando a Testino, qué difícil no ser chiclayano: de allí es el arroz con pato, el chinguirito, la tortilla de raya.
- Gastón Acurio tiene el mérito de haber creado el discurso reivindicatorio de nuestra cocina. Servía trufas y los cambió por cuyes y papas.
- Tener seis mil variedades de papa no nos hace unos ganadores, lo importante es saber qué hacer con lo que tenemos, tener una ruta… y hoy la cocina la tiene.
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