Carlos Basombrío,Opina.21
cbasombrio@peru21.com
Es que, más allá de sus pecadillos, Toledo tiene veneración por ella. Tanta, que al final terminó sacrificando todo futuro político.
No es la única pareja en la misma situación. Ollanta y Nadine se quieren muchísimo; nadie lo duda. Son además dos personas tan acostumbradas a pensar y actuar juntos, que hasta los excesos en el rol de su esposa podrían ser tratados como un pecado venial. Pero es cada vez más visible que Ollanta quiere que su mujer lo suceda y esa obsesión está poniendo en riesgo el que hagan un buen gobierno y tengan un merecido futuro político.
Ya las encuestas los empiezan a castigar. La más reciente de GFK da cuenta de cómo Ollanta ha perdido 11 puntos en lo que va del año y de cómo la desaprobación ya es más que la aprobación.
Pero no es solo eso. Las denuncias de Rospigliosi a las que luego se han sumado otros son muy graves. Gastar millones siguiendo personajes incómodos es algo que como bien han dicho los ministros de Defensa y del Interior es contradictorio con un régimen democrático. (Sé de la inocencia de ambos, inocencia en todos los sentidos de la palabra).
También tiene que ver con este clima enrarecido el que los posibles candidatos están en la picota. Parece que fuese una estrategia dirigida a eliminar rivales de Nadine en el 2016. Dicen, también, que esto no es cierto. Asumamos que así sea. Pues estarían pecando entonces por omisión, ya que no están haciendo nada por concertar voluntades plurales, en un momento difícil para la sostenibilidad de la economía y con tantas urgencias en otros campos. Están más bien polarizando a todos contra ellos.
La forma que han escogido para expresarse su amor Ollanta y Nadine es tan suicida como la de Alejandro y Eliane. La diferencia es que los segundos ya no están en el poder y solo se dañan a sí mismos.
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