Patricio Tapia,Periodista
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Patricio Tapia es el periodista latinoamericano más influyente en el mundo de los vinos. Edita las revista Vinorama y la guía Descorchados, y tanta es su pasión por los mostos que se fue a Francia a estudiar enología, y hoy hace pequeñas producciones, en sociedad con enólogos amigos suyos, tanto en Chile como en Argentina. Su filosofía: hacer vinos francos, que sean dignos hijos de la tierra donde se produjeron.
¿Recuerdas tu primera copa de vino?
(Ríe). Sí. En mi familia siempre se ha bebido vino, es parte de nuestra vida cotidiana. Las primeras copas las tomé con mi abuelo, quien era comerciante y muy aficionado al vino, tanto que a nuestra casa llegaban cajas enteras con etiquetas con su nombre, lo que me parecía increíble. Tenía cinco años y me daba unos Cabernet Sauvignon del Maipo, vinos por los que ahora mataría, pero que por entonces me parecían amargos, ácidos… y, por eso, yo prefería la Coca-Cola (ríe).
¿Tu abuelo era un consumidor informado?
Era un consumidor al que le gustaba mucho beber. Y no diría que me enseñó a beber, el vino estaba allí como lo estaban los libros, la música, nuestro ambiente familiar. Hoy hago lo mismo con mi hija, a quien trato de inculcarle que el vino es una bebida que siempre estará en la mesa; un acompañante natural y cotidiano de nuestras vidas… como el pan.
¿Chile ya hacía buen vino en los 60 y 70?
Eran vinos que no tenían mucho que ver con los que el mercado externo pedía, pero eran los que se podían hacer para satisfacer el consumo local, que era el doble de hoy. La historia del vino chileno moderno está muy vinculada con el mercado externo porque nuestro mercado interno es pequeño: somos pocos habitantes. Entonces, cuando el productor quiso vivir de lo que hacía y crear una empresa alrededor del vino tuvo que mirar afuera: se fue a EE.UU. y le pidieron un cierto tipo de vino; se fue a Inglaterra y le pidieron otro, se fue a Alemania y le exigieron otro, así, se acostumbró a complacer a los demás, y lo que los chilenos bebíamos se fue, poco a poco, olvidando. Por eso te decía que hoy mataría por probar esos vinos. Pero no me refiero a comprarme una botella ahora, sino saber cómo eran, a qué sabían, qué tan distintos eran en el momento de su producción.
¿No se supone que en cada copa debería estar el ‘sabor’ de la región donde fue producido?
La ‘verdad’ de los productores es que el vino hay que venderlo, que el vino debe gustarle a la gente. Yo los entiendo, pero mi visión es más romántica: si te preocupas demasiado en complacer a la gente te olvidas de lo que puedes hacer. Esto no le ha hecho bien al vino en el mundo. El vino es tan diverso y profundo, y está tan relacionado con quien lo hace y con el lugar, que mi labor como periodista es destacar a la gente que está de espaldas al mercado, haciendo algo que corresponde con su propia pasión o con la región donde lo produce.
¿A la gente le interesa el terroir o los especialistas del vino, como muchos críticos de cine, están de espaldas a la gente?
Todo está en la sensibilidad. Por ejemplo, a la gente le gusta Rocky, pero es puro entretenimiento, no tiene calidad. Lo mismo pasa con el vino. Hay vinos fáciles de beber, que agradan al mercado, porque este, la verdad, consume mucha mierda. Yo peleo porque se hagan vinos que complazcan al mercado, pero que, al mismo tiempo, tengan cierta identidad. Yo peleo porque se hagan vinos como se escribe un buen libro, una buena novela. Yo peleo porque se hagan vinos como se filma una buena película. Si no vamos a hacer un buen vino mejor hagamos una Coca-Cola, una gaseosa.
¿Has vivido experiencias plenas con vinos chilenos o argentinos o aún les falta?
Lo repito, el vino me gusta por la gente que está detrás, por sus personajes y, sobre todo, por su historia. El vino como bebida en sí me parece rica, buena onda, digna de compartir, pero me gusta más cuando me contacta con aquellos que creen que es importante. Y allí sí tengo relaciones con personas maravillosas, increíbles en Chile y Argentina. Ellas son maravillosas, no necesariamente lo que está dentro de sus botellas. Si el vino solo fuera lo que está dentro de una botella, ¿por qué no tomar una cerveza? El vino, felizmente, no es así.
Estudiaste en Francia. ¿Fuiste porque para ser respetado en el mundo del vino había que ‘conocer’ ese universo?
Cuando empecé a escribir sobre vinos me di cuenta de que, para que te respeten, tu relación con tus fuentes debía ser horizontal y no vertical. Y, en el mundo del vino, había que tener los conocimientos necesarios para hacer las preguntas ‘correctas’, para entender lo que te decían. Por eso fui a Francia. Y no me arrepiento, porque no cambié, allí yo reafirmé aquello en lo que creía.
¿Cuán influyente te sientes?
Sé que soy influyente, y me alegra que mi mensaje sea tomado en cuenta, pero, sobre todo, soy ético.
AUTOFICHA
- Hoy estoy alucinado con un productor francés del valle de Maule, quien rescató la uva ‘País’, que era la uva ‘pobre’, la que trajeron los españoles durante el virreinato.
- Los productores de vino, los bodegueros me respetan y me escuchan. Nuestra relación es siempre directa, sin medias verdades.
- Hoy hago vinos porque antes, cuando le decía a un productor que debía hacer un vino de tal forma me respondía que no se podía. Bueno, resulta que sí se podía.
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