Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com
Jiménez es probablemente un buen hombre, pero el puesto siempre le quedó grande. Su último intento por quedarse fue el remedo de diálogo político, boicoteado por el propio mandatario desde el inicio. Pero, valgan verdades, sabíamos que sus días estaban contados desde hace varios meses y su ‘deadline’ era noviembre. Sus desacertadas declaraciones al definir la inquietud de todos los peruanos por la creciente inseguridad –que nos provoca un pánico real, que no es producto de una percepción imaginaria– fue la gota del vaso que ya había rebasado. El nuevo premier tiene la gran responsabilidad de recuperar la dignidad del cargo y elevar la discusión política, sin los papelones recientes. Los primeros comentarios aseguran que se trata de una persona con los pantalones bien puestos y sin agendas ridículas. Es todavía un buen momento para que el presidente Humala, más allá de sus nostalgias de Locumba y los programas asistenciales, que son la niña de sus ojos, marque un rumbo de gobierno que amplíe nuestro horizonte como país y no siga enfrentando los problemas mirando por el espejo retrovisor. Esperamos que este nuevo gabinete no sea un parche de retazos remendados, sino un relanzamiento gubernamental que nos coloque en un nivel político y administrativo competitivos. Sabemos que vamos a crecer menos económicamente. No se puede seguir usando el piloto automático ni la mediocridad como instrumentos de crucero. Es necesario emprender y comprender que para el desarrollo del Perú se requiere liderazgo, decisión y mucha inteligencia. Nada de ‘brujas’ y de histerias, por favor.
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