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Opinión

Escribía en esta columna hace dos semanas, a propósito del escandaloso aumento de 7,500 soles a sus ingresos que, a estas alturas, ya a los ‘otorongos’ les importa un comino lo que piensen de ellos. Sostenía que el otoronguismo, definido como una combinación perversa de incompetencia, indiferencia y aprovechamiento del poder, tomó ya control del Congreso. No me equivoqué: pese al unánime repudio, se han ratificado.

Carlos Basombrío,Opina.21
cbasombrio@peru21.com

Escribía en esta columna hace dos semanas, a propósito del escandaloso aumento de 7,500 soles a sus ingresos que, a estas alturas, ya a los ‘otorongos’ les importa un comino lo que piensen de ellos. Sostenía que el otoronguismo, definido como una combinación perversa de incompetencia, indiferencia y aprovechamiento del poder, tomó ya control del Congreso. No me equivoqué: pese al unánime repudio, se han ratificado.

El rechazo popular al Congreso es ya de tal magnitud que asusta por sus consecuencias. ¿Qué hacer? Por más difícil que sea se requiere un enorme esfuerzo por distinguir entre el Congreso y la mayoría de los ‘otorongos’ que lo conforman. Toda democracia necesita de un Congreso que, legislando y fiscalizando, haga equilibrio de poderes con el Ejecutivo y el Judicial. No hay otra forma de tener democracia y eso hay que defenderlo, incluso contra los propios ‘otorongos’.

Entonces, ¿quedarnos de brazos y dejarlos que se salgan con la suya? Definitivamente no, nuestro deber ciudadano es hacerles saber nuestro más profundo desprecio en cada circunstancia que se pueda; que sepan que no nos chupamos el dedo, que lo que han hecho los ha descalificado.

Entre tanto urge promover un debate nacional en serio sobre la conveniencia o no de la bicameralidad, tamaño de los distritos electorales, obligatoriedad del voto, renovación por mitades, voto preferencial, democracia interna de los partidos y financiamiento de las campañas.

Ellos no lo van hacer ya que se benefician con el desastre que hoy es la institución. Hay que hacerlo en serio, desde los medios de comunicación, las universidades y las organizaciones de la sociedad civil. Hay que construir un movimiento ciudadano que empuje a cambios radicales. Si no, como concluí en la anterior ocasión, “preparémonos para la siguiente camada que, aunque parezca genéticamente imposible, probablemente supere a la actual”.


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